El Ecuador ha fijado cinco condiciones básicas para el restablecimiento de las relaciones colombo-ecuatorianas. Sin embargo, el desarrollo de las tensiones apunta a la posible existencia de una nueva variable fáctica de la que dependerá la normalización de las relaciones: las elecciones colombianas de 2010.
Juan Manuel Santos, el ex ministro de Defensa colombiano, ganaría en primera vuelta, según un sondeo realizado por la empresa Invamer Gallup.
De cumplirse esta predicción, el Ecuador se verá en la espinosísima situación de lindar con un presidente con quien se tiene un largo historial de fuertes tensiones, y contra quien se ha emitido una orden de detención.
Con este personaje en el poder, las esperanzas de una conciliación serían remotas. Primeramente, Santos defiende una doctrina incompatible con la noción de soberanía e inaceptable para el Ecuador. Según él, “golpear a terroristas que sistemáticamente están atentando contra la población de un país, así estos no se encuentren dentro de su territorio, es un acto de legítima defensa”.
A esto habría que añadir la postura conflictiva del ex ministro. Las declaraciones de Santos al calor de la aparición del video del ‘Mono Jojoy’ son muestra de su espíritu incendiario. ¿Cuál bien hace, a la situación actual, el reafirmar la legitimidad del ataque?
La solvencia con la que Santos asume la veracidad de las declaraciones del guerrillero es pasmosa; no aguarda ni un segundo a que se confirme la noticia.
Debería refrescar la memoria, y acordarse de que en 2007 un ex paramilitar lo acusó de haber conspirado, junto con el temido paramilitar Carlos Castaño, para derrocar a Ernesto Samper. En ese caso, Santos sí cuestionó la autenticidad de aquellas declaraciones; ¿por qué ahora el contenido del video es asumido como cierto?
Otra muestra del discurso conflictivo de Santos lo podemos constatar en su atroz respuesta a la orden de detención. Al señalar que dicha orden es una “acción contra Colombia” intenta transmitir un problema personal al conjunto del pueblo colombiano. Es cobarde escudarse encendiendo la sensibilidad nacionalista de los colombianos.
Las consecuencias son nefastas, generan malestar social, radicalizan las posiciones y dificultan un entendimiento.
La efervescencia de Santos, unida al “espíritu conciliador” de nuestro Presidente asegurarían el aumento de tensiones con Colombia hasta tocar fondo. Dado el lamentable estado de las relaciones, lo peor que podría pasar sería que Santos terminase de presidente, cosa que es muy posible.
Ecuador y Colombia tienen necesidad apremiante de normalizar las relaciones y retornar a la dinámica de cooperación. Pero si esta clase de Santos llega a la Presidencia de Colombia, las relaciones serán un milagro.