Redacción Guayaquil
El sonido del claxon de los vehículos se hace más intenso en la calle Rumichaca, en el centro de Guayaquil. Al mediodía, los carros se estancan bajo la luz roja del semáforo. El estruendo de los aceleradores se mezcla con el bullicio de una radio a todo volumen en el interior de un bus.
Mañana es el Día Mundial contra el Ruido. A propósito, la Fundación Médica contra el Ruido, Ambientes-Contaminantes y Tabaquismo (Fumcorat) hará un pregón y un concurso de afiches en para explicar el impacto.
En el sector comercial de la Bahía, el eco del paso de los carros se funde con los gritos de los vendedores. El murmullo sube de tono con la música en los locales. Los parlantes cubren las aceras.
Hacia el norte, el estruendo de una turbina retumba en la avenida Benjamín Rosales. Un avión se alista para despegar en el aeropuerto José Joaquín de Olmedo. Al levantar vuelo, un destello perturbador invade el ambiente.
Todas estas situaciones tienen un factor común: el ruido. Aunque es una forma de contaminación ambiental, en nuestro país la prevención aún no tiene eco.
Francisco Plaza, presidente de la Fumcora), asegura que Guayaquil y Quito son ciudades intoxicadas por el ruido. “Hay estudios que demuestran que en ciertas zonas se registran entre 70, 80 y hasta 90 decibeles, cuando lo máximo son 60 decibeles durante el día y 50 durante la noche, según la Organización Mundial de la Salud (OMS)”.
Para el especialista, el primer paso para combatir esta forma de contaminación es la creación de una Ley que regule las distintas formas de ruido que van desde las provocadas por el parque automotor, hasta los efectos de la industria de la construcción.
“Se está elaborando un anteproyecto para juntar una serie de reglamentos. La ley de Régimen Municipal habla del ruido, la aviación civil habla del ruido, incluso el Código de Trabajo en cuanto a seguridad industrial, pero todo está disperso”.
Plaza afirma que existe otro riesgo por la constante exposición al ruido. “La gente ya no se tapa los oídos cuando pasa el avión o cuando el bus pita estrepitosamente. Cada vez nos acostumbramos a hablar más alto”.
José Boder, otorrinolaringólogo, señala que la exposición al ruido produce estrés en el organismo y problemas auditivos en mediano plazo. Por arriba de 60 decibeles puede ser nocivo para la audición. “Uno de las consecuencias está la presencia de un sonido de frecuencia variable pero constante llamado Tinnitus”.
Los jóvenes son más vulnerable, explica Carlos de la Cadena, otorrinolaringólogo. El uso de aparatos como celulares y iPods ocasiona problemas.