Santiago Estrella, Corresponsal en Bs. Aires
Siempre sonará un tango en Buenos Aires. A pesar de las notas de la cumbia villera que a todo volumen salen de los automóviles tuneados o del rock and roll que llena estadios, siempre ese compás de 2×4 aparecerá por algún lado.
Cada porteño al regresar a su casa, en alguna esquina habrá escuchado ese ritmo que no dejará de ser huella de su identidad a pesar del paso del tiempo y de la primacía de otros géneros.
Ese reconocimiento del patrimonio porteño movió a la organización TangoVía a involucrarse en una gran tarea: recuperar y digitalizar todo el archivo fonográfico de la era analógica en Argentina, que va desde principios del siglo XX hasta 1995, cuando el disco compacto se apoderó del mercado. Se calcula que hay 100 000 grabaciones, de las cuales 3 000 se han perdido.
Solo el 20% está digitalizado. “La leyenda ha llegado a contar que varias grabaciones terminaron en el fondo del mar por un naufragio, pero a fines de los años cincuenta y sesenta muchas casas discográficas tiraron a la basura discos y matrices que parecían no servir para nada. Para editar nuevamente los discos, hubo que acudir a los coleccionistas”, dice el presidente de TangoVía, Ignacio Varchausky.
El proyecto del archivo digital del tango nació hace tres años con el objetivo de preservar “el patrimonio cultural del tango en forma integral, temática y cronológica. Enfatizamos en las grabaciones, artista por artista, disco por disco hasta completar la discografía, incluso con grabaciones que no llegaron a editarse”.
Los coleccionistas son el aporte fundamental del proyecto. “Esta tarea puede hacerse en cinco o 50 años, pero consideramos que este es el momento. Los discos se rompen en pedazos; las cintas se llenan de hongos o se desmagnetizan; un accidente doméstico puede terminar con una colección de piezas únicas e irrepetibles.
Son muchas piezas de un rompecabezas y la falta de uno arruina el cuadro”, sigue Varchausky.
Pablo Taboada, con 40 000 grabaciones (la más extraña es el original de Ruleta, del mexicano Ernesto Cortázar, y grabada por Los Panchos en Nueva York, en 1936), dejó de lado ese sentimiento de exclusividad y se decidió a compartir su colección para el proyecto.
Lo hizo por una preocupación: su tesoro no está asegurado y no quiere que nada arruine años de sacrificio. Él recuerda su primer contacto con el tango, a los cinco años. Desde los ocho comenzó su colección.
“Toda la plata que no tengo es porque la entrego a esta colección. De niño, en lugar de una pelota de fútbol por mi cumpleaños, pedía a mi viejo un disco de Gardel. Pero no la tengo asegurada. Una vez llamé a un tasador y me dijo que no había forma de valuarlo. Y eso es grave: en Argentina la cultura se ha tirado a la basura en estos últimos 50 años”.
Sergio Renán, director de ‘La Tregua’ (adaptación de la novela de Mario Benedetti y nominada al Oscar a Mejor película extranjera de 1974), creía que la iniciativa era una fiesta. Como Taboada, Renán consideró que “la reconstitución de nuestro archivo se produce en un país que es tan salvajemente irrespetuoso de su patrimonio cultural. Que se digitalice la historia fonográfica del tango es un milagro.
Más allá de quienes nos sentimos tangueros, el país debe sentir un profundo agradecimiento por esta iniciativa”.
Uno de los íconos del tango porteño, Horacio Salgán, a sus 96 años, también estuvo feliz y recordó esa ingratitud que a veces hay.
“Gardel dijo una vez que no quería volver a cantar en Buenos Aires porque solo llenaba seis filas de las plateas. Cuando yo era chico, un profesor debía firmar sus tangos con otras canciones porque si sabían que eran suyos, lo despedían, pero las melodías de algunos tangos se pueden poner a la par de las más grandes melodías del mundo de la música”.