Redacción Siete Días
En el trabajo de Carlos Iglesias, pocos días se comparan con el sábado. El administrador del Supermaxi del Centro Comercial El Bosque sabe que al final de ese día los cajeros habrán registrado el mayor número de ventas de la semana.
Un mapa de actividades
En el centro de Quito, los sábados están dedicados al comercio. En los bazares, por ejemplo, la venta de hilos, botones y encajes se realiza durante todo el día.
En la avenida 10 de Agosto, las concesionarias de vehículos y las tiendas de repuestos atienden también los sábados y son muy frecuentados, al igual que las mecánicas y las lavadoras.
Los centros de belleza también están llenos y hay que hacer citas con anticipación. Es más fácil obtener una cita para una limpieza de cutis entre semana.Desde su ‘oficina’, que está junto a las cajas y desde donde se observa gran parte del almacén, Iglesias verifica las cifras de junio. Los sábados de ese mes, las cuentas estuvieron entre 3 100 y
3 700. Hay meses en los cuales un sábado puede representar 4 000 cuentas pagadas.
El segundo martes de junio se emitieron 2 400 notas de venta solo en ese local. “Es la tónica. Entre semana se vende un 35% menos de lo que se vende el sábado.
Entre semana nuestros clientes van de su casa al trabajo y de vuelta. Las cosas de casa las postergan y recién se abastecen el fin de semana”. Un recorrido por otros supermercados el sábado da la misma imagen: mucha gente llevando sus carritos repletos, almacenando los víveres para la semana.
Blanca Sarmiento nota la diferencia entre este sábado y un martes o un jueves. Está en el pasillo de las golosinas, entre los chicles y las papas fritas, y las personas van y vienen a su alrededor.
El ama de casa luce el cabello corto con iluminaciones. Sostiene en la mano una lista y revisa lo que le falta: un palo para el recogedor de la basura y papel de aluminio. Faltan 20 minutos para las 13:00.
“A mí me gusta venir más entre semana. Es un poco más solito. No hay que esperar en la fila. Pero esta vez se me quedaron cositas pendientes y no hay otro remedio”, dice mientas esboza una sonrisa resignada.
Mario Mecías espera su turno en la fila de una de las primeras cajas, con su hijo Juan Andrés. Ellos viven cerca de este centro comercial, en el norte de Quito. Es sábado. En la tarde hay fútbol, la Liga de Quito juega, así que vino primero a hacer las compras.
María Tituaña trabaja en la limpieza del Banco Pichincha, en El Bosque. Todos los sábados mira el ir y venir de los clientes. “Hay momentos que hay pocos, hay momentos que está llenecito”. A ella le parece que el fin de semana es como un día normal. Solo que se atienden menos horas.
De 10:00 a 14:00, las cajas –todas ocupadas- no dejan de atender. Pero los cajeros tienen un aire más relajado: todos llevan camisetas amarillas con el emblema del banco. Una imagen bien distante del riguroso uniforme que lucen de lunes a viernes.
Milton Salazar es un cliente frecuente. Un cliente de sábados. Este ingeniero en Sistemas nunca encuentra tiempo en la semana para dar una visita al banco.
“Yo uso solamente libreta de ahorros, no tengo tarjeta. Vivo cerca. Así que vengo a retirar mi dinero el sábado”. Su rutina es siempre igual y hasta tiene calculado cuánto se demora en un sábado que no coincida con la quincena: ocho minutos.
“El sábado ya no es el primer día del fin de semana, es el último día laborable”, se queja María de los Ángeles Ulloa, de 24 años.
Con algo de apuro, se detiene afuera del local de Martinizing del Mall El Jardín y enumera las cosas que le esperan ese día, después de dejar un par de pantalones y camisas en la lavandería: “…pagar la tarjeta en el banco, hacer las compras de la casa, pagar el agua en Servipagos, ir a la manicurista y hacer lavar el auto”.
La ropa, que estará lista el miércoles, tendrá que esperar hasta el próximo sábado, cuando tenga tiempo para recogerla. “Es imposible entre semana hacer todas esas cosas. Así que, cuando llega el domingo, me deprimo pensando que me quedan pocas horas para volver a la rutina”.
Lo peor, cuenta la quiteña, es que a veces el tiempo no le alcanza y le sobra mucho en su lista de cosas por hacer el sábado. “Llevo rato queriendo ir al dentista. Pero él solo atiende hasta el mediodía”. Con una lista en la mano, se despide y sube apresurada las escaleras. Va al banco…