Los que cantan victoria porque el referendo se va a hundir y con él la reelección de Uribe piensan con el deseo. El referendo está moribundo, pero la reelección está vivita y coleando. El presidente Uribe acudirá a cualquier salida, disfrazada de legalidad y popularidad, para seguir en el poder.
Más allá de su megalomanía, ¿para quién es indispensable que Uribe se mantenga en el poder? Uribe no es indispensable para la seguridad democrática. Lo indispensable es que la ciudadanía esté convencida de que las FARC son la principal amenaza, ejerza presión para que las sigan confrontando y haya un político dispuesto a liderar esas posiciones.
Uribe tampoco es indispensable para mantener la confianza empresarial. Los contratos de estabilidad firmados por él comprometen al Estado, cualquiera sea el presidente, a no cambiar las ventajas legales y tributarias concedidas a los privados por los próximos 20 años. Ni siquiera Uribe ha podido cambiarlas, aun cuando ha descubierto que lo dejan sin plata suficiente para la seguridad democrática.
La cohesión social no es política del Gobierno, sino la única política, y consiste en cohesionar al país alrededor de la seguridad democrática y la confianza. Pero lo que está en juego es la prevalencia de los poderes híbridos que ganaron las elecciones en el 2002. Y para eso no hay sucesores.
Con Uribe se empoderó una clase política y económica que tiene un pie en la legalidad y otro en la ilegalidad. Esa clase política está ligada al narcoparamilitarismo, y la clase económica está ligada además a la especulación inmobiliaria, agroindustria, minería y contratación estatal. Ambas dependen de su relación con el Estado.
Uribe es el único que tiene un pie imbatible en la opinión y otro en esos poderes híbridos y ha sido capaz de responder a ambos.
Cualquier otro se distanciaría de esos poderes. No tanto por ética, sino por supervivencia. No los aterra que existan poderes híbridos sino que su poder esté subordinado al de ellos. Las fuentes del poder de los que aspiran a suceder a Uribe están en superar esa subordinación, mientras las de Uribe están en que se mantenga.
Es lo que queda en evidencia en investigaciones académicas y periodísticas. Por ejemplo, las que demuestran que el empresario William Vélez ha consolidado su emporio en Colombia por su cercanía con Uribe y por concesiones estatales, de las que también son parte los paramilitares.
Es lamentable que los medios masivos e impresos no publiquen una palabra de esto y que solo los medios alternativos de Internet se ocupen de ellos.
Por la ambición de esos poderes híbridos, por las garantías que solo Uribe les ofrece y por el aval de la opinión pública distraída en el patrioterismo, Uribe se quedará en el poder, como sea.
El Tiempo, Bogotá, GDA