Tengo que reconocer que no fui unas de las optimistas aquel 19 de agosto cuando los cancilleres Fander Falconí y Jaime Bermúdez se reunieron por primera vez –en forma oficial- en Lima, en el marco de la Comunidad Andina.
Era una muy buena señal, pero dadas las condiciones de la relación entre Ecuador y Colombia, el mejor pronóstico seguía siendo reservado: las condiciones no habían cambiado y si había algo de voluntad, esta tenía que ser empujada por un canal de apertura y diálogo que permitiera entenderse a las partes.
Desde entonces, el optimismo se ha llenado de símbolos, como la buena conducta de los presidentes ecuatoriano y colombiano en Unasur, los siguientes encuentros entre los dos cancilleres, la condena del ministro Javier Ponce al carácter de las FARC y por último el anuncio de que la Cancillería ecuatoriana de que están buscando una mediación que facilite el diálogo entre las partes. Pero el tiempo se agota. Y existen condiciones sobre el terreno -en el marco del conflicto interno colombiano- que demandan a gritos una relación más fluida entre dos países vecinos que tienen población de frontera. Para empezar, si aumentan los combates entre Ejército colombiano y guerrilla (o paramilitares en algunos casos), los primeros afectados serán los pobladores ecuatorianos en zonas de frontera. Sin una adecuada transmisión de información, nuestros sistemas de contención perderán terreno y fuerza en un nivel aún más complicado que lo que ahora sucede. Esto sin contar con los problemas reales de las pequeñas economías de frontera, comerciantes, servicios turísticos y productores que ahora están perdiendo ingresos debido al pasado judicial y la apostilla que no ha podido contener el paso de bandas criminales que cobran la vacuna y ofrecen el antídoto. Por eso, la mejor noticia para las buenas señales que empezaron el 19 de agosto, gracias a los dos cancilleres y supongo a la sensibilidad de los dos presidentes, es la intervención del gobernador de Nariño Antonio Navarro Wolf, anunciado el viernes.
De pronto alguien fresco, no diplomático y conocedor a profundidad de los problemas de los pobladores de la frontera bilateral, puede convertirse en un excelente mediador, ya que la OEA con José Miguel Insulza no pudo lograrlo en su tiempo. Su línea política lo acerca al presidente Correa, su nacionalidad al Estado colombiano. Tal vez una salida creativa como esta sea más efectiva.
Lo importante es avanzar. Pero más importante es entender que la mediación solo tiene éxito cuando su eje es la solución de los problemas y no la defensa de puntos que terminan atrincherando a las partes antes de ayudarles a entender los problemas del otro. Al menos 87% de los ecuatorianos, que estamos a favor de lo primero y no de lo segundo, les estaremos profundamente agradecidos a los gobiernos y cancillerías de los dos países.