Víctor Vizuete. Coordinador de Construir
¿Qué es una cárcel y qué un centro de rehabilitación?
Una cárcel es… una cárcel y un centro de rehabilitación social una cosa muy diferente. La cárcel es un sitio de reclusión y, como se observa en las que funcionan en el país, un lugar donde la persona aprende a perfeccionar sus destrezas ilícitas. En definitiva, una cárcel es un gran problema.
¿Por qué está aquí?
Su experiencia. Hernán Orbea Trávez es un arquitecto graduado en la Universidad Politécnica de Catalunya, Barcelona, España, en urbanismo.
Su punto de vista. Estos equipamientos urbanos deben dejar de ser simples centros de reclusión y convertirse en centros de rehabilitación urbana.
Un centro de rehabilitación social, en cambio, es una edificación diseñada por la sociedad para reivindicar de una manera integral a quienes han cometido alguna falta.
¿Estas diferencias, en cuestiones urbanas, qué connotaciones tienen?
Una cárcel debe preocuparse de todos los factores de cuidado. ¿Por ejemplo? La máxima seguridad de las instalaciones, elaborando diseños que hagan casi imposible la escapatoria de los reos e incorporando equipamientos que frenen los diversos tipos de mafias que se dan, tanto en el interior como en el exterior del recinto.
En ese caso, la distancia de los centros poblados puede ser una ventaja operativa. Un centro de rehabilitación, en cambio, puede funcionar perfectamente dentro de la ciudad, pues refleja una actitud distinta del Estado con respecto a quienes purgan una pena. La rehabilitación social considera que la pertenencia a la ciudad es lo que reivindicará a la gente para que se reinserte en la sociedad
¿Eso, espacialmente, qué significa?
Hay unas máximas en el diseño que son un poco complicadas. Y no del todo consensuadas. Por ejemplo, muchos consideran que una cárcel debe hacer sentir al individuo las suficientes sensaciones como para que no vuelva a cometer un delito. Que ofrezca mala atención en salud, pésima alimentación, malas y hasta perversas relaciones entre reclusos.
Y las instalaciones deben diseñarse para ese objetivo. En definitiva, una cárcel debe ser una construcción que permita el control en todos los lugares y pabellones. No en vano, varias de estas instalaciones se llaman panópticos (muchos ojos). Esto es como darle la espalda al problema, lo que se refleja en unos objetos arquitectónicos de muy mala calidad, que significan otra forma de opresión para el reo. La rehabilitación social dista mucho de eso.
El estado todavía no ha sido capaz de romper ese esquema caduco que tiene secuestrada a la rehabilitación. Y a todos quienes tienen relación con ella, tanto adentro como afuera de los reclusorios.
¿Cómo debe ser un centro de rehabilitación social, entonces?
Pues debe realizarse una arquitectura que ponga énfasis en el ser humano. No olvide que el ex penal García Moreno ya tiene más de 100 años y está totalmente caduco. Un centro de rehabilitación moderno debe considerar dos premisas básicas: la equidad y el exceso de tiempo libre que tienen todos quienes están recluidos. Equidad para que todos tengan un trato igualitario (lo que no sucede en la actualidad) y equipamientos productivos, que permitan al recluso aprovechar todo ese tiempo vago que tiene y que, si no se ocupa, es mucho más opresivo.
Los talleres dirigidos son una opción. Talleres donde el recluso aprenda un oficio que le permita ganarse la vida decentemente afuera. Pero talleres de verdad. De carpintería, mecánica, computación, artes visuales, gastronomía… Las granjas agroganaderas son otra opción. Las bibliotecas y aulas de clases, otras. Yo creo que un centro de rehabilitación debe ser un centro de producción sustentable, en el cual muchos de los elementos se autofinancien, incluidos quienes residen en él.
¿Hay que romper el estereotipo del claustro?
Pensemos en cómo va a salir el ser humano luego de que cumpla su condena. Es alguien que sale a convivir. Por tanto, deberá salir con sus valores centrados en el intelecto, con destrezas que le permitan sobrevivir y con el ánimo suficiente para insertarse en el medio. Un ciudadano que pertenezca económica, social y ambientalmente a la sociedad. Por qué no alguien que pueda acceder a una universidad virtual o un experto en carpintería, cerrajería metálica o en el arte. Ocurre siempre lo contrario.
Sale una persona desanimada, desmotivada y con los prejuicios exacerbados. Y por supuesto que va a tomar una revancha con la sociedad que le trató tan mal en su tiempo de reclusión. Como afirma la colega Daniela Puente, que conoce el tema, la cárcel es la reproducción de la sociedad… pero de manera extrema.
Entonces, ¿una cárcel debe parecerse a un hotel?
Un edificio suficientemente cómodo para que no pesen demasiado los 16 años, pero que también tenga equipamientos para recordar a las personas por qué están allí. Un sitio equilibrado. Con mucha dignidad.
Usted topó otro punto controversial: el exterior, el entorno de las cárceles. Nadie quiere tener en su vecindad una, ¿por qué?
Eso se da en todas partes. A nadie le gusta que le pongan de vecino a un problema. A nadie. Pero cuando este problema puede ser dignamente superado, estos ciudadanos cuestionadores pueden ser buenos vecinos. La cárcel trae también unas actividades paralelas que, en términos económicos, forman parte del tejido urbano: la alimentación suplementaria, las hostales para las personas que vienen de otras ciudades…
Hay un mundo económico en torno de los centros de reclusión. En vez de que estas actividades se conviertan en actividades que favorezcan a las pequeñas roscas o mafias que giran en su torno, debería exteriorizarse como una oportunidad urbana; eso sí, garantizando que todo lo que significa problemas sea superado.
¿A qué soluciones se refiere? Cite un ejemplo.
Un diseño adecuado, una ubicación correcta. Un sistema de transportación eficiente. Claro, es muy sencillo decir que las cárceles deben salir de los centros urbanos y levantarse en los extramuros. En Guayllabamba, En Amaguaña. Sin considerar que es muy difícil que las familias o los amigos acudan a esos sitios a realizar las visitas.
Con el criterio excluyente que existe actualmente, no se puede ubicar una cárcel, un centro de tolerancia, un mercado… Y está claro que esos equipamientos son absolutamente necesarios para el funcionamiento coherente de la ciudad. Veo que para cambiar ese chip, se necesita un liderazgo inicial de las autoridades para que de forma mancomunada den solución a este problema.