Redacción Cuenca
El sol salió temprano ayer en La Jarata, en el sur de Azuay. La neblina desapareció y puso al descubierto los efectos del incendio forestal que se inició el sábado pasado, en el cantón Nabón.
En el paisaje había montañas quemadas, cenizas elevándose con el viento y un fuerte olor a quemado y vegetación aún prendida. A las 09:00, una charcosa (ave andina) se posó en una loma, en la vía que conduce a El Burro, desde donde se divisaron bosques y páramos devastados. El paraje andino de Nabón dejó de ser verde y ahora es negro.
Tres sospechosos
La tarde de ayer se reunió el Comité de Operaciones de Emergencia de Azuay. Se preveía discutir sobre la coordinación para atender los incendios.
En la capital azuaya se indaga sobre las causas de estos siniestros. Hay tres nombres de supuestos causantes.Allí predominaban los pajonales, pinos, pastizales y zonas de bosque natural con especies nativas como el ciprés, pumamaqui, yuvar, gañal, sarar… Pero también era el refugio de aves, reptiles y mamíferos.
Hasta el mediodía de ayer aún había lugares donde el fuego no estaba controlado. “Las montañas siguen ardiendo”, comentó apenado Benjamín Morocho, presidente de la comuna indígena de Puca, una de las afectadas.
Según datos preliminares del Ministerio del Ambiente de Azuay, hasta ayer eran 1 100 hectáreas dañadas por el fuego.
Unas 500 pertenecen a habitantes de esta comuna y el resto a haciendas de familias cuencanas. La mayoría del terreno era utilizada para labores de ganadería (pastizales) y en menor proporción para la agricultura (siembra de trigo y cebada).
En el sector de El Burro está la propiedad del cuencano Iván Berrezueta. Él se dedica a la ganadería y a la producción de leche y queso. Además, acondicionó una piscícola, que estuvo a punto de ser alcanzada por el fuego. Gran parte de sus pastizales quedó en cenizas.
Agripina Cabrera, de 59 años, también se lamenta por la quema de sus 3 hectáreas, en donde pastaba su ganado. Para ella, el perjuicio es incuantificable. “El suelo pierde sus nutrientes, se contamina el aire y por la pérdida de los pajonales (esponjas que retienen el agua en el suelo) se secan las vertientes y arroyos”.
En Puca viven 120 familias, de las cuales unas 40 permanecen allí todo el tiempo. El resto llega los fines de semana, pues trabaja en Cuenca y en otras urbes.
Según Morocho, es la devastación más grande que están afrontando. Recordó que hace unos cinco años hubo un incendio que afectó a unas 600 hectáreas de bosque y pastizales.
Morocho se resiste a creer que el siniestro fue provocado. Prefiere pensar en que el calentamiento de alguna botella de vidrio, por las intensas temperaturas y por la sequía, pudo haber producido chispas de fuego y encender la paja amarillenta.
Él tiene su argumento. Desde hace dos años, con ayuda del Municipio han trabajado en campañas y talleres para sensibilizar a la población sobre el cuidado de la naturaleza.
El jefe del Cuerpo de Bomberos de Cuenca, Oswaldo Ramírez, dijo que el 90% de los incendios es provocado. Entre agosto y este mes se registraron, en promedio, 12 quemas al día.
Además del incendio de Nabón, se registró otro de magnitud en la comunidad de Soldados, de la parroquia de San Joaquín, perteneciente al área de amortiguamiento del Parque Nacional Cajas. Según Ramírez, más de 500 hectáreas de pajonales, pinos y bosque fueron afectadas
Ayer, los Bomberos de Cuenca también atendían incendios en los alrededores de Cuenca, como en las partes altas de Huizhil, Baños, Carmen de Guzho, entrada a Misicata, Autopista y El Valle. Unos 100 voluntarios estaban distribuidos en los distintos puntos y en algunos casos intervenía la comunidad.
Hasta el momento no se contabiliza el número de hectáreas afectadas en toda la provincia. Ese inventario lo elaborará el Ministerio del Ambiente, cuando se termine el verano.