Redacción Quito
Un estridente sonido de motos se escucha a diario en las instalaciones del Cuerpo de Bomberos del Distrito, ubicado en la Ignacio de Veintemilla, en el norte. A las 10:30 de cada día, 50 motociclistas, acompañados por un bombero, salen del patio y se dirigen al sur, norte, Los Chillos y Tumbaco.
Ellos son parte del Plan Fuego. Ataviados con su casaca roja y casco empiezan la labor. Su misión es vigilar los bosques y laderas del Distrito Metropolitano.
Los detalles del Plan
El plan empezó el 15 de julio y funcionará hasta el 15 de octubre.
El objetivo es evitar que el fuego dañe la vegetación de las laderas.
Los guardabosques también reciben sueldo como parte del plan. Hay personal contratado en los parques más grandes, como Metropolitano, y en las laderas del Pichincha.
El presupuesto del Plan en este año es de USD 500 000. Según el Cuerpo de Bomberos, se gastan USD 15 000 en la compra de bebidas hidratantes y agua para el personal.Los dos vigilantes que viajan en la moto están equipados con sistemas de comunicación, matafuegos, herramientas de zapa (machetes y guantes), linternas y otros implementos para combatir el fuego en las montañas.
William Lalangui, de 30 años, es uno de los 50 civiles que integran el plan desde hace cinco años. Trabaja con su moto Honda, que cuesta USD 7 000 y que la financió con sus ahorros.
Él firmó un contrato con los bomberos por tres meses. Cuando recorre su zona y ve una columna de humo, debe llegar al sitio para verificar qué sucede.
Su tarea es alertar a los guardabosques sobre un posible incendio, evitar el inicio del fuego y reportar a la Central del Cuerpo de Bomberos en caso de que se registre un siniestro de grandes proporciones en la ladera.
Lalangui dice que su trabajo le permite financiar la manutención de sus hijos, Ricardo y Mateo. El ingreso mensual es de USD 750. Sin embargo, gasta en el combustible y en el mantenimiento de la moto. “La familia siempre se preocupa por nuestra tarea. Uno tiene que medir el riesgo en cada intervención”.
Una anécdota que siempre la recuerda es cuando estuvo a punto de perder su moto por un incendio. No pudo controlar el fuego y debió cruzarse entre las llamas. Ellos, en cada intervención, corren riesgo.
Mario Barrionuevo, otro motorizado, dice que cuando asiste a sofocar las llamas en las laderas que rodean a la ciudad termina con golpes y magulladuras en el cuerpo. Pero su labor de bombero temporal le gusta.
En su moto Suzuki debe cumplir el recorrido desde las 10:30 hasta las 18:30. Aunque cuando hay incendios de magnitud, su horario de trabajo se extiende.
Ambos motorizados se dedican a otros oficios el resto del año (son mensajeros). Cada año, en julio, preparan sus documentos para firmar el contrato por tres meses. Uno de los requisitos obligatorios es tener la matricula y licencia legalizados. Así se evitan problemas con la Policía, mientras cumplen su tarea.
Ellos no trabajan solos. Antes de empezar el plan, recibieron capacitación del Cuerpo de Bomberos. A diario, un casaca roja es designado a una moto diferente. Ellos se identifican con la clave de ‘yankee’ y un número.
El suboficial Gustavo Parra es uno de los bomberos más antiguos que integran el Plan Fuego. Es bombero desde hace dos décadas y se acostumbró a dejar de lado su vida social.
Calcula que de cada 10 actos sociales que tiene su familia, él solo asiste a dos. “No podemos celebrar cumpleaños, un Día de la Madre o fechas especiales”.
Equipado con guantes, una chompa gruesa, gafas, casco y machete recorre cada sitio donde aparezca una columna de humo. Antes de empezar la rutina, se forma en los patios del cuartel de los bomberos y recibe bebidas hidratantes.
Por su oficio, Parra se ha asfixiado 10 veces.Cuando el calor es muy fuerte, se refresca poniendo agua en su casco. Cada bombero sabe las técnicas y recomendaciones para apagar un incendio. Pero Carlos Castro, bombero desde hace cuatro años, dice que la familia siempre está preocupada.
En el hogar de Castro; su esposa, Magdalena Fonseca, y sus hijos, Carlos (10) y Stalin (8), saben que el bombero trabaja las 24 horas y descansa poco.
La tarea de los cuatro efectivos del Plan Fuego en estos días aumentó. Ellos acuden a las laderas cargados de bombas de agua que pesan hasta 50 libras. Saben que el verano no acaba aún y en consecuencia su trabajo tampoco.