Bien, el tema de la semana, inclusive más que los neodiscursos del superñaño, fue redondo y funcionó en las alturas. Es decir, cuajó con un balón y en La Paz. Felizmente los futbolistas ecuatorianos –que ahora son descentralizados- derrotaron a Bolivia por un contundente 3-1 y dieron la grata sorpresa de ubicarse cuartos en la tabla de posiciones, inclusive mejor que la sufrida Argentina del Diego, cuando solo faltan dos fechas para que terminen estas malditas –y a veces felizmente benditas- eliminatorias sudamericanas del bendito –y a veces infelizmente maldito- fútbol.
¿En qué se parecen las eliminatorias sudamericanas del deporte de Pelé –ya no de Maradona- a la política ecuatoriana? En que es una lucha de todos contra todos. Por allá, en las canchas, luchan los finos brasileños, los sufridos ches, los rotos, los paisas. Por acá, en las calles y en los medios, luchan los mineros, los universitarios, los indígenas, la prensa, los profesores, los gutierristas, el ñaño. Y al fondo, el Gran Jefe siempre llamando a la calma… perdón, al zafarrancho.
Cuentan los historiadores deportivos que el recoleto Ecuador apareció tarde, en las lides internacionales del fútbol allá por 1938, durante los Primeros Juegos Bolivarianos, realizados en Bogotá. Las cosas sucedían al revés de ahora. Ecuador perdió su primer partido fuera de la casa frente al Perú, por un escalofriante 9-1. Pero nuestro equipo se dio el gusto de ganar a Colombia por 2-1, mientras ahora pierde por 2-0 en Medellín. Iba a ser vicecampeón y lamentablemente cayó ante Bolivia 2-1. Eso pasó en 1938 A. de C. Ahora se dio el lujo de derrotar a los chicos de Evo Morales, en su casa y en sus alturas, por 3-1. Tal como sucedió el pasado miércoles, dando paso a una explosión de alegría luego de que el público se plantó dos horas ante los canales oficiales y no precisamente para aplaudir las cuñas sino los goles de Méndez, Valencia y el Chucho.
El fútbol-espectáculo es un suceso en estos tiempos en el mundo y también en el Ecuador. Este –nuestro querido y sufrido país- sufría tremebundas palizas antaño, como ese odioso 0-12 que nos clavaron los argentinos en 1942, felizmente antes de que naciera el entrenador Maradona. Felizmente para los ches, por supuesto. Además, junto a cada selección ecuatoriana se daba una bronca regionalista. Ahora es diferente. La selección ya no es solo porteña-quiteña. Eso quedó como recuerdo del pasado y hoy los goles marcan los muchachos del Chota, de Esmeraldas y de la Amazonia. Nuestro entrenador, además, no es un Maradona cualquiera, de Buenos Aires. No. Es un modesto pero luchador muchacho de Guaytacama, un Vizuete que varias veces estuvo al borde de la eliminación y sigue con vida. Todo puede pasar pero la Tri y el Sixto –pero no el Durán Ballén- merecen un aplauso y vivirán en nuestros corazones.