Junio de 1987. En Panamá circulaba la versión de que el coronel (r) Roberto Díaz Herrera había caído bajo la influencia de un gurú indio, quien le habría ordenado tranquilizar su conciencia. Y la mejor forma que encontró fue reconocer públicamente sus fechorías. No satisfecho con eso, decidió denunciar también los delitos mucho más graves cometidos por su inmediato superior, el general Manuel Antonio Noriega, jefe de la Fuerza de Defensa panameña y hombre fuerte del país. Se desataba así una tormenta política que, entre otras cosas, tuvo a la prensa como el blanco contra el cual Noriega desató su ira.
Díaz Herrera había sido obligado a “jubilarse”, y en respuesta él acusó a su ex jefe, Noriega, de ser el “autor intelectual del fraude electoral de 1984, que llevó a la Presidencia a Nicolás Ardito Barletta. También involucró a Noriega en el asesinato, en 1985, del político opositor Hugo Spadafora y en el presunto asesinato de Omar Torrijos, hombre fuerte de Panamá desde 1968 a 1981.
Pero esa no era una novedad en Panamá. Un año antes, el diario panameño La Prensa había publicado una serie de artículos en los que explicaba la participación de las Fuerzas Armadas en el narcotráfico, el comercio ilegal de armas y otras actividades ilícitas.
Noriega no solo que las había negado, sino que fiel a su estilo de gritar mientras empuñaba un machete, amenazó con cerrar a este y a otros medios, lo cual cumplió pero luego de varias jornadas de hostigamiento y violencia de sus milicias.
Pero en Panamá crecía el movimiento de protesta desde diferentes sectores. Así, por ejemplo, el cuartel general de la campaña de desobediencia civil estaba instalado en la Cámara de Comercio.
Noriega se jactaba de que se trataba de una protesta burguesa. Pero el descontento comenzó a sentirse en los barrios humildes, cuyos habitantes eran víctimas de los altos índices de inflación y desempleo. La Iglesia Católica demostró igualmente estar dispuesta a desempeñar un papel más activo contra el Régimen.
El 8 de junio, dos días después de las denuncias de Díaz Herrera, Noriega ordena el cierre masivo de los medios que denunciaban. Es así como Mayín Correa, directora de un programa matutino en K.W. Continente, hace un llamado dramático a los panameños para que se concentren frente a esa emisora, para defenderla de un cierre inminente. Los ciudadanos acuden al llamado y son reprimidos por las Fuerzas de Defensas. Las violentas confrontaciones dejaron decenas de heridos.
El 3 de enero de 1989, y luego de la invasión de fuerzas estadounidenses, Noriega se entregó. Ese día no acabaron los atentados contra la libertad de prensa, gobiernos posteriores intentaron reprimirla. Pero ese día se terminó un período de atentados contra sedes de medios, amenazas…
El testigo
Para los periodistas panameños, la libertad de expresión y el derecho a la información son sagrados. Son derechos que luego de 21 años de vivir sin poderlos ejercer, ahora estamos dispuestos a defenderlos
En Panamá, las ‘leyes mordaza’ no solo afectaron a la prensa
José Quintero de León
Periodista panameñoDurante la dictadura militar, que se prolongó desde 1968 a 1989, los panameños nos vimos constreñidos por las infamantes ‘leyes mordaza’, que no solo afectaron a los profesionales de la información, sino al ciudadano común que se veía impedido que conocer la verdad de los abusos a los derechos humanos, la corrupción y el desgobierno existentes.
El diario La Prensa, que surgió en 1980, luchó hasta el cierre de sus rotativas en 1988, contra la censura, los carcelazos y el exilio de sus directivos, para publicar la verdad. La posibilidad de hacer el contrapeso en favor de la sociedad en general es un bien preciado.
OTRO HECHO
El periodismo panameño trabaja bajo la figura de la criminalización Cifras de la Defensoría del Pueblo panameña muestran que, desde 2004, el ritmo de procesos penales contra periodistas se ha acelerado.
A la fecha hay más de 100 juicios en curso por supuestos delitos contra el honor. En Panamá no es necesaria una ‘ley mordaza’, pues las normas penales de calumnia e injuria son las más usadas por los políticos y funcionarios acusados, según ha denunciado la Defensoría del Pueblo.
‘Plata para los amigos, plomo para los enemigos y palo para los indecisos’
Manuel Antonio Noriega, ex dictador de Panamá
Esta frase está recogida en libros biográficos sobre el ex dictador panameño Manuel Antonio Noriega. Era repetida por el militar en reuniones sociales en las cuales alentaba a la reacción contra los opositores.
También fue dicha luego de la llamada masacre de Albrook, como se calificó al fusilamiento de nueve ex militares panameños, que el 3 de octubre de 1989 se alzaron en armas en contra del general Noriega…