Partiendo de la premisa ‘garciamarquiana’ de que en nuestro continente todo es posible: lo simple tiende trasfondo y lo complejo se enciende como se apaga, es muy difícil desprenderse de una lectura ligera en la reanudación de las relaciones con Colombia. No pasaron 48 horas del acercamiento, nacido en los días del Bicentenario, para que nuestro vecino reanudara los abastecimientos eléctricos. Simultáneamente, Perú ha establecido un plan extraordinario y ya recibió las gracias en la sabatina pasada. En consecuencia, hay razones para elaborar algunas hipótesis de esta relación que involucra a países identificados con el mismo pesar -estiaje- pero con distinto grado de previsión.
La primera, guardando las proporciones pero intentando similitudes, es comparar la situación de la Unión Europea, necesitada del gas de Rusia y Ucrania, con la del Ecuador: hay dependencia objetiva, se necesita esmero diplomático y una adecuada distribución del recurso hasta encontrar medidas compensatorias o alternativas. El Ecuador, con grandes recursos hidráulicos, carece de la infraestructura adecuada para transformarlos en energía, por eso aunque todo sea culpa de la partidocracia, pues con casi tres años el actual Gobierno no acepta responsabilidades, existe una necesidad que en parte puede ser aliviada con el aporte no gratuito de los países vecinos.
Luego, el restablecimiento de las relaciones con Colombia debe marcar una distancia de las confrontaciones entre Colombia y Venezuela y de nuestro pertinaz alineamiento a las políticas nacidas del Palacio de Miraflores; por tanto, es importante que empezando por el nombramiento de Encargados de Negocios, se haya suspendido el cruce de fuego verbal entre los mandatarios y alejarnos de la belicosidad chavecista; más aún cuando parece que Tegucigalpa se perdió irremediablemente.
Un tercer elemento que puede ser producto más de la ilusión que de las concreciones es que Colombia, así como el Perú, son países con capital de inversión y de buenas posibilidades de alianzas económicas y financieras para un país petrolero que sigue el modelo de Nigeria: petróleo con pobreza.
Desde lo de Angostura, las relaciones con Colombia dejan lecciones recíprocas. Ojalá que el Canciller que ha experimentado tan fuertes oleajes haya comprendido que la realidad supera los moldes rígidos de las planificaciones y pueda trasladar esa dosis de flexibilidad y racionalidad a sus pupilos en Senplades, por lo menos en lo referente al proyecto de la Ley de Educación Superior. Es necesario que comprendan que el nivel de antipatía y rechazo que producen estas conductas prepotentes pueden hacer improductivo el atosigamiento publicitario a que está sometido el pueblo ecuatoriano de manera implacable y sin ningún derecho a la réplica.