Redacciones Siete Días y Guayaquil
Hay algo distinto en la capillita de madera de la Iglesia Ortodoxa del Ecuador. No son los íconos, tampoco es la composición arquitectónica ni el olor a incienso que queda después de las ceremonias. Es algo espiritual.
Los católicos ya viven el adviento
Los sacerdotes católicos comienzan hoy a celebrar el adviento (venida del Redentor), que es el primer período del año litúrgico cristiano.
El adviento es el tiempo de preparación para el nacimiento de Jesús. Se celebra los cuatro domingos más próximos a la Navidad -termina la mañana del 24 de diciembre- y su color litúrgico es el morado, que significa penitencia.
Las lecturas de este tiempo están tomadas sobre todo del profeta Isaías y de los pasajes más proféticos del Antiguo Testamento señalando la llegada del Mesías.
La corona de adviento es el símbolo más claro de la época: una corona de ramas verdes adornada con velas rojas, de preferencia.Ni bien se entra, se siente tranquilidad, paz, parece que las preocupaciones se disuelven… alguien lo definiría como ‘buena vibra’.
En Tumbaco, en la calle Panecillo, cada domingo los ortodoxos celebran una ceremonia que no ha cambiado desde el año 380. En el jardín del seminario de la comunidad, la capilla de madera abre sus puertas para que empiece el rito.
Lo celebra el arzobispo Chrysóstomos, arzobispo de la iglesia para Ecuador, Centro y Sudamérica. Lo acompaña el archidiácono, el padre Nicolás. El arzobispo viste un traje de color turquesa y antes de la celebración de la fiesta de la presentación de la Virgen María, realiza el sacramento de la confesión.
Los fieles, por lo menos 20, se colocan en fila, confiesan sus pecados ante el ícono de Cristo y luego cada uno, arrodillado, recibe la absolución del arzobispo. La confesión parece breve, pero es tan emotiva que una de las fieles regresa a su lugar secándose las lágrimas. Cuando se sienta, sonríe con rostro aliviado.
Largas y delgadas velas de cera de abeja iluminan la parte de atrás de la capilla: cada vela se enciende por una petición, ya sea por los vivos o para los difuntos. El fiel que así lo desea, deja una ofrenda de USD 0,30 por las velitas. Las paredes de la capilla están llenas de íconos. Ahí están, Cristo, la Madre de Dios, San Nicolás y hasta San Jorge.
Cuando la ceremonia empieza, la comunidad se pone de pie y comienza a cantar. El canto es bizantino, profundo, lento, constante, pero de alguna forma es alegre. El Arzobispo y el archidiácono cantan, el uno contestando al otro, y la comunidad actúa como un coro.
Los ortodoxos ya comenzaron a prepararse para la Navidad. Son 40 días de ayuno y oración que comenzaron el 15 de noviembre.
En estos días, la carne roja está prohibida y los pescados, el aceite y el vino se pueden consumir solo el fin de semana. “Más que la fiesta, es la preparación espiritual”, dice el Arzobispo respecto a la Navidad, cuya celebración se extiende por 13 días. Porque si bien el 24 en la noche se recuerda el nacimiento (y el 25 hay una cena de celebración), el 7 de enero se conmemora la primera manifestación del Hijo de Dios ante los hombres, por la visita de los reyes magos, uniéndose a otra fiesta, el bautismo de Jesús.
Hay 500 familias ecuatorianas de ortodoxos crismados, es decir, convertidos a la fe. El propio arzobispo Chrysóstomos nació en Ecuador, siendo el primer ecuatoriano que recibe esa nominación en una iglesia que cuenta con 300 millones de fieles en el planeta.
Un Sínodo de obispos votó por él para que asumiera esa responsabilidad. El Arzobispo tiene una vida agitada: debe viajar por todo el continente y estar pendiente de todas las comunidades. Ser latinoamericano y ser joven son ventajas cuando el trabajo es así de demandante.
Chrysóstomos viste una sotana de apariencia pesada, pero se mueve de un lugar a otro con agilidad. De lejos, puede parecer un poco mayor por la larga barba y el cabello largo que manda la tradición. Detrás de sus lentes, sus ojos sonríen. Es muy querido entre sus fieles, que sonríen al verlo llegar.
Lejos de ahí, en Quito, Arturo Norero también es el blanco de cientos de sonrisas. El pastor de la Iglesia Bautista Betania es un hombre alto, robusto, de manos grandes y barba larga y espesa. Tiene ojos grandes, celestes, y una gran energía.
“¡Mi muñequita!, ¡hola mi corazón, cómo estás!”, grita cuando ve llegar a una madre con su niña pequeña en brazos. Y no se detiene, saluda por el nombre a todos los fieles que llegan al templo, los abraza, los bendice y les dedica grandes sonrisas.
“La Biblia nos enseña que el mundo sabrá que somos discípulos de Jesucristo por el amor los unos a los otros. Eso nos enseñó Jesús: el amor”, explica cuando se le pregunta la razón de tanto cariño. Norero cree en el poder sanador de un abrazo ‘endereza huesos’ que haga sentir parte de la familia a alguien que, quizás, durante la semana no ha recibido ni un ‘buenos días’.
Son las 07:25 y los últimos corredores de la carrera de 21k pasan por la avenida De la Prensa. Una ambulancia y dos camionetas de la Policía van, despacio, siguiendo el ritmo de aquellos deportistas.
Cuando pasan a la altura de la Gonzalo Salazar, Norero hace rato que está, muy elegante en su traje azul, recibiendo a la gente.
“¿Cuándo puedo presentar a mi hijita, pastor?”, pregunta una madre joven con su bebé en brazos. Él dice que en el culto que está por comenzar. Ellos no bautizan niños.
Cerca de 3 000 personas pertenecen a la comunidad y asisten a los cultos dominicales a las 07:30, las 10:30 y las 17:00. En Quito hay 41 iglesias bautistas. En Ecuador, 260.
Norero, padre de siete y abuelo de cinco, nació en Guayaquil pero se enamoró de una quiteña con quien hizo su vida en la capital. Él tiene una misión por Navidad: evitar los suicidios en diciembre. “El 24 tenemos una celebración y cena gratis para todos los extranjeros, los que no tienen familia. Aquí compartimos un banquete y compañía”.
Pero la comunidad ya trabaja en otro proyecto navideño. Están preparando una obra, el nacimiento de Jesucristo en vivo. Los fieles de Betania quieren que la gente recuerde la verdadera historia de la Navidad, que no tiene que ver con regalos ni compras a plazo. Ya están ensayando el coro de adultos y el coro de niños, además de los 200 actores que participan en la presentación.
En Guayaquil, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días va a reflexionar por la época. El afiche concho de vino destaca en la cartelera que está en la zona de las aulas. El encabezado dice: Devocional de Navidad. Es una invitación que se hace, para el 6 de diciembre, a los miembros de la iglesia, conocidos también como mormones.
En el templo ubicado en la Nueva Kennedy, al norte de Guayaquil, Renato Maldonado, coordinador de la iglesia, cuenta que el primer domingo de diciembre los miembros asisten a este programa de Navidad transmitido a escala mundial, vía satélite, desde Salt Lake City, donde está la sede principal.
En este devocional (momento dedicado a la reflexión) “recibimos los mensajes acerca de Jesucristo, por parte de la Primera Presidencia de la Iglesia. Ellos son los líderes que dirigen y presiden la iglesia en todo el mundo. Nos animan a llevar vidas buenas y a seguir el ejemplo de nuestro
Salvador”.
En el afiche se dice que los mensajes navideños estarán acompañados por la música del Coro del Tabernáculo Mormón y la Orquesta de la Manzana del Templo. El programa comenzará a las 20:00 y terminará a las 21:00.
Maldonado señala que cada semana, mediante la ordenanza de la Santa Cena, se recuerda el nacimiento, la vida, la muerte y la resurrección. Y, en los días de Navidad, además de los cantos y villancicos, se dan mensajes relacionados a su nacimiento y al propósito de su venida a la Tierra. Las familias adornan sus casas con luces y decoraciones alusivas a la conmemoración y se reúnen para hablar del nacimiento del Salvador en una noche de hogar y luego participan de una sencilla cena familiar.
En la interacción con familias de otras religiones, las familias mormonas tienen respeto a la forma cómo celebran esta festividad. “De hecho, tenemos familiares y amigos que participan con nosotros en estas festividades que no son miembros de nuestra iglesia y pasamos muy bien, en un espíritu de unidad y amor”.