Llego en esta serie de cuatro artículos con el mismo título al tema de la investigación científica y tecnológica como actividad que se la debe comprender vinculada a la educación superior, partiendo del entendimiento que en universidades y politécnicas se imparten conocimientos actualizados, de frontera, a partir de los cuales los investigadores contribuyen a ampliar dicha frontera con nuevos conocimientos en todos los campos del saber humano.
Una investigación que llegue a tal meta se justifica. Ello no obstante es de sentido común que inclusive en los países desarrollados las investigaciones que apuntan a conocer y/o resolver problemas definidos como prioritarios, importantes por obvias razones, sean los que reciben el apoyo de los organismos gubernamentales o no gubernamentales, del país o del exterior, con los recursos económicos que se requieren. Uno de los indicadores más fieles del nivel al que ha llegado un país en el campo científico y tecnológico está dado por la trascendencia de las investigaciones que se realizan y, desde luego, por los adelantos que con tales investigaciones se logran. El ejemplo, Chile, un poco más allá de nuestras fronteras, en el campo de la producción frutícola, en el que casi no tiene rivales en el mundo, y se constituye en una de las fuentes más importantes de sus ingresos.
Digamos, por añadidura, que las ciencias básicas son fundamentales en la formación de los futuros investigadores, para lo cual se requieren equipos modernos y profesores altamente calificados, y un ambiente propicio y estimulante para que florezcan vocaciones que son escasas inclusive en los países desarrollados. Que los investigadores son seres humanos que al igual que quienes ejercen una profesión liberal les asiste el derecho a vivir con dignidad y velar por el futuro de los hijos. Que tan solo aunando esfuerzos las universidades ecuatorianas estarán en capacidad de crear condiciones aceptables para que sus investigadores cuenten con tecnologías sin las cuales no se llega a ninguna parte. Que los fondos gubernamentales deben orientarse a privilegiar investigaciones que contribuyan al desarrollo, y qué mejor si se realizan en universidades y politécnicas del Estado.
La orfandad ecuatoriana en tales extremos es palmaria. De ahí que no pasarán de 10 los investigadores universitarios cuyos estudios llegan a conocimiento de la comunidad científica internacional y son citados.
Pese a la voluntad del presidente Correa de mejorar la educación superior, me temo que opiniones como las mías no sean conceptualizadas por quienes tienen la obligación de darle al país una moderna Ley de Universidades. Para colmo, a la barbarie y la codicia se las ve en plan agresivo y amedrentador con el fin de que todo se mantenga como hasta ahora: un país de futuro incierto.