Tras permanecer casi 26 años sin mayores manifestaciones de actividad volcánica, el Reventador, uno de los volcanes más activos del Ecuador Continental, inició hace 6 años un nuevo ciclo eruptivo. El 3 de noviembre de 2002, a las 07:45, se registró una de las erupciones más poderosas registradas en el país en los últimos 100 años, solo comparable con la gran erupción de 1886 en el volcán Tungurahua y a la que tuvo lugar en 1877 en el volcán Cotopaxi.
La columna de ceniza que expulsó forzó el cierre temporal del aeropuerto internacional de Quito. Hace seis años, la actividad del Reventador fue registrada por los sismógrafos instalados en el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional.
EL COMERCIO dio cuenta de la evolución de este proceso eruptivo, al publicar los reportes oficiales emitidos, a diario, por los vulcanólogos de esta institución. Este Diario informó sobre la amplia área ocupada por la nube de ceniza emitida por este volcán, las características de la erupción y los peligros asociados. La nube de ceniza fue tan grande que se extendió hasta el límite de Ecuador con Perú, Colombia y Brasil.
La prensa también dio a conocer los daños en el Oleoducto de Crudos Pesados producto de esta actividad volcánica. A partir de este proceso, el Instituto Geofísico obtuvo mayor apoyo del Estado; hasta entonces la mayor parte de los fondos para monitoreo provenían de entidades extranjeras.
El testimonio de aquellos días
Liliana troncoso. Ingeniera geóloga y máster en gestión de riesgo
‘Para el Geofísico la prensa fue el mejor enlace’
Redacción Tecnología
Cuando comenzó el proceso eruptivo del Reventador tuve que hacer un paréntesis en mi tarea de monitoreo en el Observatorio del Volcán Tungurahua (OVT).
Había mucho trabajo en el Instituto Geofísico. Hace seis años no había los instrumentos de monitoreo volcánico que hay ahora. En 2002, el único aparato que teníamos estaba muy alejado más de 30 kilómetros del volcán. Además, la actividad del Reventador fue muy rápida.
¿Por qué está aquí?
Su experiencia. Estudió Geología en la Politécnica Nacional. Luego ingresó al Instituto Geofísico al área de Monitoreo Sísmico. Participó en varias investigaciones publicadas por el Instituto. También obtuvo una maestría de la Universidad de Nice, Francia, en Ciencias y Gestión de la Tierra. Hubo personas que estuvieron en el cráter un día antes y no observaron absolutamente nada que indicara que el volcán estaba entrando en un proceso de actividad.
En la madrugada del 3 de noviembre, los sensores del volcán Cayambe comenzaron a registrar un incremento muy importante de la sismicidad del Reventador. A las 07:45 se registró la explosión. Era una columna alta. Se produjo uno de los más altos índices de explosividad.
Nos movilizamos rápidamente. Lo que me llamó la atención es que algunas personas repetían casi la misma frase tras conocer la reactivación de este volcán: está cayendo ceniza en Quito de un volcán del que no hemos oído mucho.
Algunas personas incluso decían que la ceniza debía ser una mezcla de cemento con vidrio molido. Sentí que era urgente dar a conocer a la población información básica sobre el material emitido por el volcán, las características del proceso eruptivo y cómo protegerse de la ceniza que cayó en Quito.
La información que proporcionaron los medios sobre el evento volcánico fue importante porque fue el mejor enlace con la población que quería estar informada. Recuerdo el trabajo que hizo EL COMERCIO.
Presentó mapas detallados sobre la trayectoria que tomó el material emitido por el volcán e indagó en la historia del Reventador, en su pasado volcánico.
Hubo dos páginas que salieron con infografías y en la sección dedicada a los temas científicos también se explicaban las características de este volcán y se divulgaban, con términos asequibles, los datos sobre la actividad. Toda esa información llegó a la gente de forma oportuna, con claridad.
De algún modo, cumplieron con una labor educativa, también. Lo interesante fue que los medios recurrieron a la fuente oficial que en este caso era el Instituto Geofísico y no buscaron datos provenientes de instituciones ajenas al trabajo de monitoreo volcánico. Los geólogos, con frecuencia, manejamos términos muy técnicos y que no todas las personas entienden.
La prensa dedicó espacios a traducir esta terminología. De este modo, la población podía saber a qué nos referíamos cuando hablábamos de lahares, flujos piroclásticos, inyecciones de magma. Durante el proceso eruptivo, los medios de comunicación también tuvieron la prolijidad de emitir los reportes diarios sobre la actividad volcánica acompañados de informaciones adicionales, como recomendaciones a la población.
Por ejemplo, recuerdo bien que advertían a la población de cómo limpiar la ceniza para evitar accidentes. Para los investigadores que conformamos el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (EPN) fue fundamental la labor cumplida por los medios de comunicación, en un momento en que todo el país quería saber sobre la evolución de este proceso.