Me dices en tu nota que pierdo el tiempo, que nadie lee y, además, que todos aplauden lo que critico. Que algunos como yo, estamos fuera de foco. Que es el momento de adherirse, hacer el coro y sumarse al aplauso, o al menos, al silencio. Que es lo prudente y lo oportuno. Eso y más me dices, y sueltas un torbellino de argumentos para convencerme de que hay que obrar según las reglas de lo “políticamente correcto”.
Podía callarme, seguir tus consejos, hablar de la Navidad o de otra cosa. O podía hacer “clic” y borrar tu nota. Pero, no, prefiero contestarte, y pronto, para que no quede duda de que la tuya, como otras que recibo, nacen del oportunismo. Nacen del cinismo que encierra eso de “políticamente correcto”, es decir, de la mojigatería. Esa ha sido, desde siempre, la norma de conducta de la república del cuento, de la ideología del despiste. Lee, si dudas, la historia reciente y la historia vieja: acomodo, silencio cómplice, disimulo.
Hacerse de la vista gorda, aplaudir aunque la conciencia se resienta. Más aún, ahora se agrega a eso la teoría de que no hay que pensar como abogado, ni como economista, ni como ciudadano, “ahora hay que pensar como político”. Esto escuché el otro día a un aspirante a político, un joven de esos que andan justificando el poder, explicando la Constitución y negando los derechos que tanto reclamaron, negando las proclamas que les sirvieron para llegar a ser …políticos.
Me parece penoso que hayan aprendido tan pronto a ser políticos, que sean el otro tomo de los viejos, con las mismas “habilidades”, la misma capacidad de justificación, la misma falta de entereza cuando se trata de decirle no al poder, y la misma valentía cuando están frente a los débiles y se escudan en cualquier mayoría. Me da pena, porque ofrecieron rupturas, ofrecieron negar el viejo régimen. Y fueron elocuentes en sus ofertas, no les faltó discurso, ahora veo que les falta consecuencia.
Vuelvo a tu nota.
Responde a la filosofía que prospera en buena parte de la “ciudadanía” de la nueva república: la de la ancha manga y la conciencia dormida. Tu nota responde, a lo que multitud de aspirantes a personajes hacen ahora: torcer la razón para decir, por arte de bla bla, que las leyes que niegan los derechos y contradicen a la Constitución son… justas y constitucionales.
O para lavarse las manos, poniendo distancias ante la clausura de un medio y “condenándola”, por si acaso se pierda popularidad. Eso hacen ahora, muy sueltos de huesos, algunos que tomaron la posta y el mechero de los caducos corredores de la vieja república. Pero el mechero sigue siendo mechero, y no alumbra nada más ni nada nuevo. La verdad es que, en tiempos de continuidad, está ausente toda posibilidad de ruptura, tanto más que los apagones ya se extienden a los ánimos y permiten, otra vez, que todos los gatos sean pardos.