Con la llegada del verano al Cono Sur, el consumo de vinos rosados aumenta de manera significativa. Para algunos es una moda, pero para otros ya es una tendencia.
Roberto González
Enólogo de la casa argentina de vinos Nieto Senetiner y artífice del Rosé Nouveau, cuya bodega lanzó recientemente.
La Nación de Buenos Aires, GDAEl primer rosado que desarrollé fue en 1995, algo temprano para el mercado. Por falta de consumidores o por falta de madurez del mercado no hubo una rotación deseada del producto.
El vino rosado fue considerado un producto de segundo orden fuera de los países tradicionales como Francia y España, ya que no se elaboró correctamente. Es más, era el producto que se elaboraba con uvas no destinadas a tal fin, con tecnologías no apropiadas y sin respetar los tiempos de rotación del producto en los puntos de venta. Esto condujo al desprestigio de la categoría.
Hoy, con el devenir del cambio climático y el aumento de la temperatura (recordemos que a principios de 1900 la temperatura del hábitat era de 18°C y hoy estamos entre 20°C y 22°C), la mejora de los sistemas de refrigeración y la logística de distribución, han hecho de este producto la estrella del momento.
También hay que tener presente que hay un consumidor que ha cambiado su gusto y prefiere comidas más livianas y con menos calorías; este consumidor se adapta muy bien a este tipo de vinos. Y no se trata solo de una moda; es el consumidor el que evolucionó.
Lo que hay que saber es que estos vinos, preparados para una corta duración, sufren mucho el paso del tiempo. El proceso se inicia con la elección de la variedad y la fijación del momento de cosecha. La misma no es igual que para una uva blanca que para una uva tinta. Esta debe estar entre los 12,5° a 13° de alcohol.
Como nuestro Rosé Nouveau proviene de una uva tinta, debemos cosecharla, molerla y poner en contacto las pieles con sus jugos por de 24 a 48 horas, a una temperatura de 12°C. Luego se separan los jugos. En este punto, el jugo de la uva ha tomado el color final del vino.