Iván Cevallos Miranda
El domingo 24 aparece el editorial de Grace Jaramillo, lectura que me permito recomendar a todos quienes han topado el lamentable accidente en que fallece una joven.
Con ponderación y civilidad la editorialista analiza el tema desde varios enfoques, incluyendo un llamado a la sensatez ciudadana, un tirón de orejas a los fiscales por inoportunos con su remitido de prensa y una propuesta para que el Fiscal General se aleje a través de su renuncia o de una licencia.
Como contraparte, aparece una extensa carta del señor Gerardo Cilveti, que hace gala de todo lo contrario en comparación con el editorial citado.
Creo que el Fiscal tiene una interesante proyección en el país y es posible que esa percepción haya encendido alarmas en sectores a los que su presencia les molesta. El poder genera resistencia porque quienes se sienten afectados asumen que se comete una injusticia y conducen sus opiniones desde el hígado y no desde el cerebro.
Estas dos premisas permiten comprender por qué tantas personas condenan a la doctora Borja y acusan al Fiscal.
Si miramos con objetividad, la prudencia no forma parte de las “reflexiones” que muchos ciudadanos han hecho a través de las Cartas a la Dirección.
¿Recuerdan el caso de Sacco y Vanzetti? Hubo testigos que los ubicaron en la escena del crimen y que incluso los reconocieron, pero años después se demostró que nunca participaron. Por desgracia, para entonces los habían matado.
Cuando presenciamos un hecho que nos sacude emocionalmente podemos perder la percepción real y es posible confundir eventos y situaciones. Que la señora bajó de un vehículo y trató de huir es mera especulación, porque nadie estuvo en el subconsciente de ella para asegurar sus intenciones.
¿Por qué no pudo ser una búsqueda desesperada de protección frente a un grupo que intentaba agredirla, como reconoce el señor Cilveti? ¿Salió del puesto del chofer y no del asiento posterior? Es factible que en medio de una situación tan impactante las personas que observaron puedan tener una imagen poco clara.
Hay otros elementos que en realidad reflejan cuán egoístas pueden ser los seres humanos, pues resulta inaudito cuestionar que la esposa del Fiscal reciba protección. ¿Cuántos personajes estarán dispuestos a causar daño a sus puntos vulnerables como su esposa e hijos?
Disfrazarse de justicieros para condenar a una persona sólo por su nexo con el poder demuestra la ambigüedad de quienes citan a Aristóteles y caen en el mismo vicio, pues actúan por la necesidad de decir lo que sienten aún sin la seguridad de contar con la razón.
¿Por qué no esperar las investigaciones? ¿Por qué no mirar lo que captó Ojos de Águila antes de emitir sentencias? ¿Por qué asumir que lo justo es sólo lo que pensamos y no lo que concluya la justicia? ¿El suscriptor de la carta es un testigo presencial que rendirá su testimonio juramentado?
Si las investigaciones concluyen que la doctora Borja es inocente, ¿cómo repararán su honra y su psicología lesionada quienes la están crucificando?
Si derivan en lo contrario habrá que dejar que la Ley actúe por sus principios, ¿o habrá exaltados que pidan cadena perpetua o pena de muerte?
No cabe una actitud tan beligerante sobre supuestos, pues si las pasiones se desbordan el futuro es incierto, porque quienes dudan de lo justo tomarán la justicia por sus manos y entraremos en el caos.
No conozco a ninguna de las partes en este doloroso hecho, pero me solidarizo con ambas: con la una, por lo terriblemente doloroso que debe ser la pérdida de una hija en circunstancias tan desgraciadas; con la otra, por los tétricos momentos que deben estar atravesando por un hecho fortuito que está siendo aprovechado por intereses subsidiarios.