Sin mayores problemas, Barcelona goleó 3-0 al Mushuc Runa de Ambato. Lo toreros con esta victoria tranquilizan a su hinchada que pedían resultados positivos, además le ayuda a Carlos Ischia planificar su próximo partido frente al Deportivo Quito.
Como dueño de casa, el conjunto torero saltó a tomar la iniciativa de las acciones del encuentro y fue el dominador absoluto del balón durante el primer cuarto de hora. Sin embargo, la primera llegada clara de gol fue para los visitantes. Bryan Rodríguez apareció por la izquierda del área, retrocedió el esférico, Carlos Quinteros remató y Máximo Banguera salvó su portería.
A los 18 minutos, los amarillos tuvieron su primer acercamiento con real peligro. Cristian Penilla se escapó por la banda izquierda, disparó con potencia pero el balón salió desviado. Barcelona era superior en mediocampo pero en los últimos metros no era preciso en sus remates. Luego de un centro frontal de Stalin Motta, Romel Zura defensa del Mushuc Runa cabeceó en su propio arco y marcó la ventaja para los locales.
Los tungurahuenses no podían salir de su campo por la presión alta que ejerció Barcelona. Mientras que los toreros seguían insistiendo por las bandas con el juvenil Jaison Domínguez y Juan Carlos Paredes. Gracias a ese ímpetu conseguirían la segunda conquista por intermedio de Penilla que remató de bolea y venció la resistencia del guardameta Sebastián Blázquez.
Antes de finalizar el primer tiempo, Franco Peppino recibió el esférico por la izquierda del campo, dejó en el camino a los zagueros rivales, sacó el centro al área y, cuando Quilumba y Valencia marcaban a Cristian Penilla, Federico Laurito apareció totalmente solo para pegarle de primera y marcar el tercer gol para los amarillos. El argentino lo celebró con rabia y fue a festejar con Carlos Ischia en la banca torera.
Los ambateños no querían darse por vencidos y fueron a buscar el gol en el segundo tiempo. Sin embargo solo llegaban hasta la mitad de la cancha. Aunque quedaba casi media hora de juego, el partido ya estaba liquidado. Los locales bajaron las revoluciones y empezaron a dosificar energías, mientras que los del ‘ponchito’ no encontraban argumentos para hacer daño.