Redacción Quito
Las veredas de piedra del parque El Ejido, en el centro-norte de la urbe, son como los pasillos de una galería de arte para Enrique Reinoso. El arco de la Circasiana, en la av. Patria y Amazonas, es la puerta de entrada para ver su obra.
Este pintor, de 56 años, acude hasta ese lugar todos los fines de semana. A las 10:00 de los sábados y domingos empieza a instalar su puesto, en 3 m² debe acomodar los 10 cuadros que regularmente lleva para vender.
La fuerza de la ciudad y sus habitantes es lo que me inspira cada día
Enrique Reinoso
Pintor Pero para llegar hasta el parque, Reinoso debe soportar el tráfico que se genera en el peaje de la autopista General Rumiñahui. Él vive cerca del puente peatonal 4.
Su labor empieza muy temprano. A las 05:00, cuando escucha el sonido de los primeros carros en la autopista, se levanta para salir a su taller a pintar. Un chaleco café lleno de manchas de pintura y una gorra de lana, que solo deja ver sus ojos, son su uniforme.
Dentro de una gran habitación fría, con los vidrios rotos y que tiene un fuerte olor a óleo el ‘negro Reinoso’, como él mismo se llama, se inspira para pintar.
Los paisajes de Quito lo conquistaron, por eso vive en la urbe desde hace 36 años. Pero los recuerdos de su natal Gualaceo, en Azuay, no han desaparecido. Algunos de sus cuadros representan las danzas y los personajes que miró cuando era un niño.
Pero una de sus obras más importantes y con la que ganó su primer premio es un retrato de los personajes del barrio La Colmena, en el sur de la urbe. Las estrechas calles del sector y la vida de sus habitantes le inspiraron y fueron el empuje que tuvo para hacer de la pintura su vida.
Siempre con una sonrisa y bromeando con cada etapa dura que ha vivido, Reinoso se prepara para pintar. Luego de colocarse su atuendo empieza a marcar los primeros trazos sobre el lienzo. “Si estoy inspirado vuelo y puedo hacer un cuadro en unas cuatro horas”, dice Reinoso.
Sus grandes manos tienen huellas de pintura, al igual que su ropa que tiene coloridos toques de óleo amarillo, negro y azul. Levantarse tan temprano tiene un objetivo, para Reinoso los colores de la ciudad durante las primeras horas del día son la mejor inspiración que puede tener.
El pintor se enamoró tanto de la ciudad, que aunque tuvo la oportunidad de quedarse en París no lo hizo. “Yo no podía dejar mi tierra y a esta ciudad que me ha dado tanto desde que llegué”. Pero, además de ser pintor, Reinoso también es maestro. Desde hace 30 años dicta clases en el Colegio Nacional Conocoto.
Los alumnos del ciclo básico de esa institución reciben la materia de Pintura y Arte. Para él, sus alumnos son parte importante de su vida porque son quienes le dan un nuevo sentido a su profesión y a su vida diaria.
Por toda su casa se ve las marcas que ha dejado su trabajo, no solo en su vida sino también en la de su familia. El patio de su casa tiene manchas de pintura, en la entrada existen marcos de madera donde irán colgados sus cuadros y varios tubos de metal vacíos de óleo se encuentran abandonados por todo el taller. Un cuadro de Reinoso puede costar entre USD 300 y USD 600, según el trabajo.