Redacción Santo Domingo
Este es el octavo año que María Chiliquinga, una ama de casa, se alberga en la escuela Hermano Miguel de Quevedo (Los Ríos). Ella y sus hijos fueron evacuados desde el sector de El Pantano, un barrio marginal de la ciudad.
La época invernal en Quevedo coincide con el período de vacaciones estudiantiles. Esto permite que Chiliquinga ocupe la habitación del conserje de la escuela. El cuarto lo comparte con su hermana Vanessa. Ahí permanecen cuatro adultos y seis niños.
“En el barrio se formó una laguna de lodo y me dan miedo por las enfermedades”, comenta mientras acomoda los electrodomésticos que cada año moviliza desde El Pantano hasta el albergue.
Las casas de El Pantano son todas de caña. Un puente, también de caña, es el nexo entre las viviendas. El agua servida cae directamente a la poza donde se asienta este barrio.
Entre el lodazal y troncos viejos, una moradora de ese lugar, Antonia Zambrano, se da modos para salir de su cabaña, una vez que las aguas disminuyeron. Ella coloca pedazos de madera y caña para abrirse camino. “Yo no puedo abandonar mi casa, porque aquí vive mi madre y ella no puede trasladarse hasta el albergue”.
En la escuela Hermano Miguel permanecen 17 familias de El Pantano. Las madres se quedan en las aulas de clase, mientras los jefes de cada uno de los hogares salen en la mañana a trabajar en las plantaciones de plátano de Quevedo y de Los Ríos.
Las ayudas
El Ministerio de Inclusión Social entrega las raciones alimenticias a las familias de damnificados por el invierno.
Los albergues de Quevedo reciben la visita de médicos y pediatras del Ministerio de Salud. El propósito es vigilar el estado de los niños y de las madres embarazadas, principalmente.