La historia es uno de los motores más activos de la creación artística de Carmen Cadena.
Los últimos cuatro años y medio ha estado empeñada en una colección de murales sobre episodios trascendentales de nuestra historia, trabajados en un material inusitado para el trabajo en gran formato: el modelado en cerámica.
El resultado se expone ahora en los pasillos del Convento de San Agustín (Guayaquil y Chile), en el centro de Quito.
La muestra ‘Arcilla de la historia’ se quedará hasta el próximo 5 de junio, en el patio central del convento colonial.
Son 11 piezas de entre seis y ocho metros, cada una, que enfocan capítulos que la artista considera importantes de la historia de Ecuador y que, de alguna forma, ilustran la idea de que lo fundamental del devenir histórico es el constante cambio.
Una última pieza se quedó en boceto por falta de dinero.
El trabajo fue financiado con recursos propios de la artista, quien, además, contrató a cuatro personas para sostener el delicado trabajo del modelado en cerámica y el cocido de las piezas.
El historiador Jorge Núñez destaca esa idea como una de las virtudes mayores de la exposición de Cadena.
Núñez señala que la apreciación estética de la artista “al exaltar las revoluciones y reformas sociales, es implícitamente crítica y cuestionadora del sistema”.
Los hechos recogidos en la muestra representan a la época precolombina, la conquista, la Colonia, la Ilustración quiteña, la conjura previa al 10 de Agosto de 1809, el asesinato masivo del 2 de Agosto de 1810, la guerra de Independencia, la Manumisión de los esclavos negros de 1853, la Revolución Liberal, la irrupción política de los indígenas en la década de 1990 y la emigración masiva de los ecuatorianos a otros países.
La pieza que permaneció en boceto representa a la Revolución del 9 de Octubre de 1820 y aparecen allí los próceres José de Antepara, José Joaquín de Olmedo, José de Villamil, León Febres Cordero, Luis Urdaneta y Miguel Letamendi.
La idea de trasladar la historia a la arcilla le llegó a la artista cuando cursaba un diplomado superior en la Facultad de Artes de la Universidad Central.
En las cátedras de Teoría del Arte y Pensamiento Andino, dictadas por Manuel Espinoza Apolo, se enfocó la creación de los imaginarios históricos del país.
La artista vio que las obras artísticas “tenían un papel fundamental en la creación de esos imaginarios y que, en general, no se había aprovechado el recurso de la escultura mural”.
En uno de los trabajos para la maestría concibió, a modo de experimento, el primer mural de la serie que hoy se exhibe.
Esa pieza, titulada danza chamánica, reproduce, con gran realismo, un baile indígena de seis personajes moldeados en altorrelieve, quienes sostienen instrumentos musicales y de cacería. La obra costó cuatro meses de intenso trabajo, pero el resultado fue tan satisfactorio para Cadena que se decidió a persistir en ese camino.
La técnica de composición en este material es compleja, según cuenta Lenin Oña, curador de la muestra. “La minuciosidad y exactitud en cada paso del modelado y del cocido hacen que este trabajo se vuelva particularmente delicado y complejo”.
La artista logró transportar “camiones enteros” de arcilla desde Cuenca (para cada pieza precisó entre 1 tonelada y 1 tonelada y media), luego lo mezclaba con pulpa de papel para darle liviandad y ductibilidad.
Una vez puesto a punto se modela el material sobre una plancha en posición vertical.
Luego, cuando la arcilla está en estado de cuero (ni seco ni húmedo) se le hacen incisiones a modo de rompecabezas para luego cocerlas individualmente. A continuación se procede a vaciar las piezas, es decir, a dejarlas solo como una pared modelada, esto se hace para hacer más liviana a la delicada pieza .
Después se reunifica la pieza total y se la deja reposar cubierta con un plástico durante tres días. Luego, cada pedazo tiene que secarse por espacio de 4 a 5 semanas.
Finalmente, se queman las piezas a 1029 grados centígrados y, una vez enfriadas, se vuelven a ensamblar en una sola para el resultado final.