Redacción Judicial
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‘El pase de guerra me llegó cuando estaba en la Espe, en la licenciatura en Educación Física. Apenas tuve tiempo para despedirme de mi esposa, Carla, y de mi hijo Diego, de 6 meses.
Se había iniciado el conflicto del Alto Cenepa, en 1995. Volamos a Loja y luego a Macará, al límite político con el Perú. En mi mochila llevé mi equipo individual de combate: uniformes, botas, hamacas, toldos, etc. No sabíamos cuánto tiempo íbamos a estar ahí, pero sentí que era momento de rendir mi examen.
“Trabajé para el Gobierno durante 10 meses y que de repente en cadena nacional el
Presidente hable de un conspirador es duro.
Comuniqué a 10 amigos (vía correo electrónico) de los posibles cambios en las prestaciones del Instituto de Seguridad Social de las FF.AA.
Mi esposa me apoya. En enero del 2003 la acompañé cuando le detectaron cáncer. Ella no se derrumbó. Yo tampoco lo haré.
Diego Cuvi
Mayor (r) del EjércitoMe designaron comandante de un pelotón de morteros con 40 hombres. Con dos subtenientes planificábamos los entrenamientos. Simulábamos ataques enemigos y el tiempo de reacción.
Apenas podíamos dormir, pero no era un sueño profundo. Los telegramas llegaban a cada momento con alertas máximas o de inminente ataque no solo en el Alto Cenepa sino en las provincias de El Oro y Loja. En tres días tuvimos que evacuar a la población.
Mi padre es militar retirado. Mi vocación se confirmó en el Colegio Militar Eloy Alfaro y posteriormente en la Escuela Superior. Tuve excelentes instructores que nos prepararon para la guerra.
En 1995 sabíamos que una decisión mal tomada podía costar muchas vidas. De lo que pasaba en el Alto Cenepa nos enterábamos por un pequeño radio a pilas. Así supe del fallecimiento de mi amigo Carlos Calle.
Con él nos conocimos en 1987. Nos gustaba el deporte y nos entrenábamos juntos. Me dolió su muerte, pero a la vez sentí orgullo porque un oficial de Infantería ofrendó su vida por la patria. Estuve en trincheras. Luego de dos meses y medio nos autorizaron tres días de permiso. Me comuniqué con mi esposa y nos pudimos ver.
Vino el proceso de paz en 1998 y las tensiones bajaron. Seguí con mi vida militar. Dos años después, como licenciado en Educación Física me designaron preparador físico de El Nacional, en esa época nació mi hija Doménica. En abril del 2009 salí en comisión de servicios al Ministerio del Deporte.
Mientras me desempeñaba en este cargo, mi vida dio un giro de 180 grados. De la noche a la mañana de ser un oficial honesto, asesor de la Ministra del Deporte, pasé a ser un “conspirador”. Eso lo dijo el 2 de enero el presidente de la República, Rafael Correa, en su cadena de los sábados.
Ese día estaba con mi esposa y mis hijos en Esmeraldas, en la casa de mis suegros. Un amigo me llamó y me dijo que viera la cadena. Vi el ‘reprisse’ de la noche.
Lanzó una noticia de que había una conspiración en los cuarteles y que se fraguaba un golpe de Estado y se refirió a un correo. Comentamos con mi
esposa y me quedé tranquilo. Le dije que tendría que aclarar con mis jefes. Creí que tenía el apoyo del Jefe del Comando Conjunto y del Comandante del Ejército.
A ellos les expliqué que en diciembre pasado fui a solicitar un crédito de 14 000 dólares en el Instituto de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas (Issfa). Me otorgaron el crédito, que se denomina a la cesantía y se da a personal que tiene más de 20 años de servicio. Pero me quedé preocupado por lo que un funcionario del Issfa me dijo. Compartí eso con mis amigos, lo más rápido fue el correo electrónico; después supe que hubo reenvío de correos.
El 21 de diciembre me llamó el funcionario del Issfa y me dijo: “Mayor, usted ha ido a contar a todo el Ejército lo que yo le dije”. Le respondí que les comuniqué a 10 amigos de los posibles cambios en las prestaciones del Issfa, tal como él me había comentado. Si ellos enviaron a otras personas, eso ya salía de mis manos.
Ese mismo día en la tarde un oficial me dijo telefónicamente que el Subsecretario de Defensa quería hablar conmigo sobre el tema. Me recibió en su despacho al siguiente día. Habló de un informe negativo, Inteligencia investigaba y el Mando estaba preocupado al igual que los jefes de unidades militares. Me dijo que el Ministro de Defensa sabía, al igual que el Jefe del Comando Conjunto. Sentí una falta de lealtad y valentía porque el Mando calló.
El 5 de enero me presenté ante el Comandante del Ejército. Le expresé que estaba arrepentido por haber escrito el correo, pero no por el contenido, sino por las repercusiones familiares, profesionales y personales. Le dije que me tildaron de conspirador, de sublevar a las unidades y de intentar dar un golpe, lo cual es falso. Él no expresó una frase de respaldo. Me indigné y le expresé verbalmente que por honor y lealtad al Ejército iba a pedir la baja.
El 28 de febrero atendieron mi solicitud.
Trabajar para el Gobierno 10 meses y que de repente, en cadena nacional, el Presidente hable de un conspirador es duro. No veo las cadenas de los sábados.
Mi esposa me apoya, somos unidos. En enero del 2003 la acompañé cuando le detectaron cáncer. Cuando se enteró, no se derrumbó, nos demostró su valentía. Soportó los dolorosos tratamientos, los chequeos médicos continuos. Viajamos a Buenos Aires para tratar de salvar su pierna pero después de tres semanas los médicos dijeron que era imposible.
Mis hijos Doménica y Diego no entendían qué ocurría. No sabíamos cómo explicarles que su mamá regresaba sin pierna. Mi esposa aprendió a caminar con la prótesis; no se rindió.
Yo tampoco lo haré. Soy deportista. Realizo actividad física en el parque La Carolina desde las 04:45. Recorro distancias de 15 a 20 kilómetros, de lunes a viernes. Trato de volver a tiempo para dar un beso y un abrazo a mis hijos, antes de que se vayan al colegio.
En este mes acompañé a mi esposa al control oncológico. A las 17:00, en familia nos vamos al gimnasio. Antes no tenía mucho tiempo para ellos. Estoy tranquilo, tengo la convicción de que no hice nada malo. No soy un conspirador. El orgullo de ser militar lo llevaré hasta la tumba”.