Los indicadores que miden el desempeño económico de los Estados Unidos traen buenas noticias. El crecimiento económico toma impulso a través de los distintos sectores después de haber pasado una de las más graves recesiones desde la Gran Depresión.
Lo mismo está aconteciendo con las principales economías de Europa. Las más grandes economías emergentes continúan creciendo. América Latina, no se queda atrás, todos los pronósticos apuntan hacia un crecimiento de la región después de un año de crecimiento negativo.
Este rebrote económico se debe en gran parte a la aplicación de políticas de estímulo fiscal y monetario implantado por todos los países del mundo de una manera coordinada como nunca antes se había registrado en la historia económica.
Como muchos analistas lo han destacado, la teoría keynesiana fue resucitada, y se aplicó la receta de expandir el gasto público para enfrentar la recesión, estimulando la economía por el lado público ante la caída del consumo e inversión privada.
Sin embargo, para no causar un rebrote inflacionario, las políticas expansivas deben reversarse, lo que demanda una operación financiera de alto riesgo, ya que de no hacerlo bien podría desembocar en una nueva recesión. Los bancos centrales que expandieron sus balances aplicando políticas nada ortodoxas deberán comenzar a recoger la liquidez que inyectaron a las economías.
Asimismo, la inversión pública en compañías financieras y automotrices para evitar el cierre de instituciones consideradas vitales para el funcionamiento de la economía, deben de ser vendidas para recuperar la inversión hecha con dineros de los contribuyentes.
Por otro lado, la crisis en los Estados Unidos ha servido para que tanto el Gobierno como los ciudadanos replanteen sus estrategias y comportamientos.
Los ciudadanos ante la incertidumbre están ahorrando más y bajando su alto endeudamiento ocasionado por el espejismo de las burbujas de los precios de los activos.
El Gobierno a su vez, cambia su estrategia, y decide impulsar las exportaciones poniendo como meta duplicarlas en diez años. Es decir, de una sociedad consumista y endeudada, se pasará a una sociedad que privilegia el ahorro y las exportaciones. De un país consumidor de lo que se produce en el resto del mundo, pasará a convertirse en proveedor.
Para lograr el objetivo, deberá entre otras políticas mantener un dólar lo suficiente atractivo para fomentar las exportaciones. La época del dólar fuerte está terminada, y por lo tanto, el precio de las materias primas, incluido el petróleo, se mantendrán en niveles altos.
Como consecuencia de estas políticas, se espera que las economías latinoamericanas, sobre todo las que son exportadoras netas de materias primas, se vean beneficiadas por los altos precios que prevalecerán en los mercados internacionales.