Pablo Izquierdo PinosEl dengue es un serio problema que debemos enfrentar y resolver entre todos y no sirve seguir buscando culpables ni preguntarse si se ha hecho todo lo necesario para controlar al mosquito. Tampoco seguir justificando por qué hoy tenemos el problema, ni mucho menos politizarlo. Lo cierto es que la lucha contra el vector no ha sido efectiva hasta ahora. Ni en el pasado ni en el presente. Ha llegado el momento de que se fortalezcan los programas de control y, fundamentalmente, los de prevención, trabajando en conjunto las autoridades de salud con la comunidad. Durante años, nos hemos reducido a instrumentar estrategias de control ante situaciones cíclicas de brote o epidemia. Las estrategias no pueden depender exclusivamente de insecticidas. Los esfuerzos deben concentrarse en la vigilancia intensificada y en el control sostenible del medio ambiente durante los próximos años. Se deberá tener en cuenta que la información por sí sola talvez no sea suficiente para producir un cambio en la conducta de las personas, ya sea porque las personas carecen de las herramientas necesarias para poner en práctica lo que se les dice o porque no se tengan en cuenta sus opiniones y los diferentes factores culturales y estructurales de su realidad, como son la falta de agua potable, las creencias u otras prioridades que se establezcan en cada comunidad. En consecuencia, para educar y modificar hábitos es necesario un intenso y persistente trabajo, que deberá ser encarado durante varios años como una política pública de Estado. Sobre la violenciaJorge Orbe VelalcázarLos hechos violentos sucedidos hace pocos días en la Universidad de Guayaquil, en realidad, no son un caso fortuito ni aislado, sino que, por el contrario, se están convirtiendo en una constante, que de a poco puede entronizarse en todo el país. Creo que la agresividad que ahora existe en la sociedad, no se la domina únicamente con la represión, que es otra forma de agresión, pero que tiene su origen en el poder. La cultura de la agresividad ya se está instaurando en el país. Si el Gobierno sólo pone atención a las consecuencias y más no a las causas, ella seguirá irremediablemente en aumento. La forma de combatir las diferentes expresiones de violencia a través de la represión, siempre ha sido la más fácil, y al mismo tiempo la menos eficaz. Por ello, creo que lo más conveniente y urgente ahora es que el Presidente, además de dejar de insultar a diestra y siniestra como suele hacerlo todos los sábados, lo que es igualmente una forma de violencia, también sería conveniente y encomiable que trate de combatir más eficazmente las causas que la producen; como son: el hambre, la pobreza, restringir la difusión detallada del delito a través de los medios de comunicación tanto públicos como privados; y que se difunda, en cambio, la creatividad, la justicia y la solidaridad. Aunque si bien todo aquello es función primordial y prioritaria del Gobierno, también lo es a nivel individual, de la familia y de la sociedad en su conjunto. Cada uno de nosotros debería analizar cuánto y en qué medida contribuimos a incrementar una cultura de la paz…, o talvez, una cultura de la violencia.