Hasta el 27 de febrero, Sebastián Piñera, quien derrotó a los 20 años de la Concertación, de centro-izquierda, tenía todo claro. Con ministros y subsecretarios elegidos y un programa de gobierno que especificaba las reformas que se harían en cada área, el primer Presidente electo de la centro-derecha, en más de 50 años, estaba listo para asumir el poder el 11 de marzo. Pero el terremoto del 27 de febrero, que afectó a la zona centro sur del país, lo cambió todo.
Entre sus proyectos más destacados estaban los cambios en las políticas de delincuencia, empleo y crecimiento. El nuevo Mandatario había estimado que las víctimas de la delincuencia en Chile aumentaron en un 160% desde el 2001. Por eso anunció un paquete de medidas, entre las que destacaban la creación del Programa 24 Horas y el aumento de la dotación de la Policía en 10 000 efectivos.
Otra de las promesas que hizo el Presidente electo durante su campaña fue la de crear “un millón de nuevos y buenos empleos con salarios justos”.
En el área económica, la intención del nuevo Gobierno fue lograr un crecimiento promedio de un 6% durante los cuatro años del período. Esto sería la base para alcanzar el desarrollo nacional en el 2018, aunque la oposición no cree que esto sea posible.
Piñera había mostrado un discurso conciliador, buscando reeditar lo que a principios de los noventa se llamó la “democracia de los acuerdos”, una fórmula de convivencia entre el Gobierno y la oposición cercana al ex dictador Augusto Pinochet.
Pero los 432 muertos, 98 desaparecidos y 800 000 damnificados que dejó el terremoto hicieron que todo lo anterior pasara a segundo plano. La búsqueda y conteo de fallecidos y desaparecidos, el restablecimiento de escuelas y hospitales, en fin, la reconstrucción se convirtieron en prioridad.
Fue tan fuerte la tragedia, que su antecesora, Michelle Bachelet, perdió parte de la enorme popularidad que cosechó al final de su gestión, gracias al manejo económico.
En materia política, Piñera ha conservado un discurso de unidad y ha dicho que intentará mantener sus promesas de campaña. Sin embargo, la oposición, sin negarse a la posibilidad de integrar algún comité de reconstrucción, ha dicho que no dejará de fiscalizar los movimientos del Presidente. Y así lo ha hecho, criticando los tropiezos en el área de comunicación en sus primeros días.
En materia de política exterior, el Presidente electo ha enfatizado que su Gobierno tendrá un marcado énfasis en la política “vecinal”, es decir, en todo lo concerniente a la relación con sus países limítrofes. Pero su distanciamiento con Hugo Chávez y la política venezolana lo proyectan como un contrapeso regional. De hecho, la victoria de Piñera en Chile ha sido vista como el inicio del cambio pendular en el continente.