Celso Sosa cosecha ají tabasco desde hace ocho meses en su parcela de 2 hectáreas. El predio está ubicado en Daular, una comuna perteneciente a la provincia del Guayas, pero de influencia del trasvase de Santa Elena. Lo que al principio le generó dudas, ahora le representa ingresos mensuales calculados entre USD 600 y 700. No quería dejar su cultivo de tomates, en el que trabajaba por años. Pero solo le dejaba pérdidas y no se atrevía a experimentar con un producto desconocido en la zona. Finalmente se arriesgó. Es miércoles en la mañana y desde las 07:00 arranca con sus manos los pequeños frutos que pintan de rojo cada rama. En esta ocasión salió a su jornal sin su esposa y sus dos hijos, como acostumbra. Celso cosecha con agilidad el producto. En cada minuto obtiene entre 37 y 40 ajíes, que los arroja en un balde que tiene a su lado. “El tiempo es dinero. Mientras más cosecho, más gano”, dice casi sin pestañear este hombre nativo de Muisne, Esmeraldas.Por cada kilo recibe USD 0,63 (USD 0,23 más de lo que cuesta producirlo). Quien llega a comprar el producto es un representante de la compañía Proají, instalada en Santo Domingo. Pero no se lleva la hortaliza cosechada, sino la pasta de ají.
Celso Sosa pertenece a la Asociación de Trabajadores Agropecuarios Autóctonos Fincas Daular. El gremio cuenta con 23 integrantes y ha estado en constante búsqueda de cultivos rentables, que permitan un desarrollo socioeconómico y ambiental. Eso dice su presidente, Germán Yagual, quien también trabaja en el cultivo de ají. Además, la agrupación impulsa la reforestación en la zona. Entre todos los socios aglutinan cerca de 50 hectáreas, la mitad se destina a la siembra del ají. Antes había tomates, pero por más que eliminaron la intermediación, con un puesto en el mercado de Transferencia de Víveres de Guayaquil, no lograron mejorar los precios. Recibían hasta USD 3 por cada caja, cuando el valor real bordeaba los USD 16, explica Máximo Mendoza.