Redacción Siete Días y Agencias
La Torre Eiffel es sinónimo indiscutible de París. La Estatua de la Libertad lo es de Nueva York. Y ¿quién podría cuestionar que el Big Ben es un ícono de Londres? Este monumento de trascendencia internacional cumple mañana 151 años y sigue allí, elegante y exacto.
Turistas que hacen su primer viaje a Londres van a ver el Big Ben, que se ha constituido en la imagen de la ciudad. El famoso reloj de cuatro caras, en cuya base puede leerse: “Domine Salvam Fac Reginam Victoriam Primam” (Dios guarde a nuestra reina Victoria I), da a Londres su perfil característico y es la postal más típica de la capital inglesa. De noche sus caras están iluminadas y dan su mejor vista.
El Big Ben se construyó en 1858 y marcó la hora por primera vez el 31 de mayo de 1859. Desde entonces representa una de las figuras más emblemáticas del país y se ha convertido, con el paso del tiempo, en uno de los símbolos de la cultura y puntualidad británicas y es una referencia horaria para toda la población.
Big Ben (cuyo verdadero nombre es Torre de San Esteban) es el nombre de la Gran campana de Westminster, la mayor de las campanas que está dentro de la torre y que forma parte del Gran Reloj de Westminster, así como la Torre del Reloj del Palacio que lleva el mismo nombre.
Pesa aproximadamente 13 toneladas y es la encargada de contar las horas en la ciudad; su nombre es un homenaje al encargado del proyecto de construcción, el ingeniero Benjamin Hall.
La Torre del Reloj del Palacio de Westminster, diseñada al estilo gótico victoriano, se encuentra en la esquina noroeste del edificio que alberga la sede de las dos Cámaras del Parlamento Británico.
Tiene una altura de 96 metros y cada una de las cuatro esferas del reloj, compuestas por 312 piezas individuales de cristal, tienen un diámetro de 7 metros. Las manecillas que marcan los minutos fueron originalmente de hierro, pero resultaron demasiado pesadas y se cambiaron por otras de cobre. Tienen una longitud de 4,2 metros y recorren al año una distancia equivalente a 190 kilómetros. Las manecillas que marcan las horas están hechas de bronce de cañón y miden 2,74 metros.
Obsesivamente y sin errores, el Big Ben ha dado la hora durante años. Se convirtió en un símbolo de la democracia desde que sus campanadas anunciaran el final de la Segunda Guerra Mundial. La “hora de Westminster”, como se la conoce normalmente, es marcada puntualmente por las campanadas mientras los cuartos corren a cargo de otras cuatro campanas más pequeñas.
El reloj es famoso por su fiabilidad. El mecanismo del siglo XIX del Big Ben fue en su día el más perfecto, convirtiéndolo así en el reloj público modelo, gracias a una revolucionaria pieza tecnológica que impedía que el viento y otras inclemencias meteorológicas afectaran a la regularidad del enorme péndulo del reloj.
Prueba de esta fiabilidad es que durante el bombardeo que sufrió la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial por parte de la Aviación Alemana (Luftwaffe), el reloj siguió funcionando y dando la hora sin ningún retraso.
Para que todo siga funcionando bien, hoy son tres las personas que cuidan la exactitud del recorrido de las manecillas de la torre de Westminster y los lunes, miércoles y viernes se encargan de dar cuerda a la gigantesca maquinaria que lo mueve.
Ver la maquinaria no es fácil. Las medidas de seguridad limitan el acceso a unos pocos curiosos. La torre carece de elevador, por lo que los privilegiados deben subir 334 escalones.
Los ingleses tiene una especial devoción por su sonido que simbólicamente representa el tiempo del país, y se transmite a diario por la radio BBC. Para reforzar esta identificación nacional se enciende una luz sobre las caras del reloj durante las sesiones del parlamento británico.