De la Corte Suprema de Justicia presidida por Guillermo Castro Dáger se sabe que fue gestada por la partidocracia gutierrista, que en una noche de ligereza tumbó a una Corte creada constitucionalmente.
La Corte derrocada, es cierto, era muy controlada por León Febres Cordero. Pero la ruptura desvergonzada de esa dependencia lanzó a la Justicia al desfiladero, y con ella a su institucionalidad.
Los juicios de Abdalá Bucaram (PRE) fueron borrados de un plumazo por su amigo y coideario, Castro. El ‘Pichi’, como se hacía llamar, renunció al principio ético de excusarse de intervenir como juez en los juicios de sus amigos. Metió mano en los procesos de su coideario sin que tuviera competencia para actuar.
El retorno de Bucaram al país, quien de la noche a la mañana apareció en Guayaquil gracias a que Castro anuló sus juicios, fue precisamente el detonante para la caída del gobierno de Lucio Gutiérrez, quien incluso, en un acto desesperado por salvarse, pidió a Bucaram que saliera del país, en abril del 2005.
Es incomprensible que, luego de 5 años, la ciudadanía se entere, también de la noche a la mañana, que la nueva Justicia ha sido negligente en los juicios de ‘Pichi’ Castro, por su actuación en el caso Bucaram.
La actual Justicia fue gestada, como la ‘Pichi’ Corte, con la lógica del Parlamento, esta vez de Montecristi, para echar abajo a otro Tribunal legal. Así, los nuevos fallos para narcos o el archivo de juicios no sorprenden. Nueva edición de una vieja película, con otro nombre y actores, como en el cine de ficción.