La Plaza de Ponchos ayer estaba desolada. El sitio es el corazón comercial de Otavalo, que late al ritmo que imponen el comercio y el turismo. Eso sí, los comerciantes estaban sentados entre coloridas ropas de lana y tapices.
Sin embargo, en ese laberinto multicolor, dividido en 180 puestos, los franceses Domenique Appietto y Guy Blin negociaban la venta de un mantel de hilo. Valiéndose de un español básico, matizado con vocablos franceses, intentaban convencer a Lucía Morales que les rebajara el precio de USD 18 a 10. La comerciante indígena defendía el precio.
Ella vestía anaco azul y blusa blanca con flores bordadas en el cuello y las mangas. Lo hacía a pesar de que estaba en juego la primera venta del día, a las 11:13. “Por el paro no llegan los turistas desde el lunes”, se lamentaba.
Los collares dorados y las pulseras rojas de Morales brillaban más con el sol. La mujer ocupa los puestos 118 y 119. Finalmente, llegaron a un acuerdo. Los visitantes y la otavaleña aprobaron, moviendo las cabezas, el número 12 que Domenique marcó en su calculadora. Luego la doctora francesa, de 45 años, y su compatriota, electricista de profesión, de 48, entregaron USD 12 y se despidieron de la indígena. Continuaron su camino.
¿Atrapados en Otavalo? “No, de ninguna manera. Estamos de turismo”. Así, con una sonrisa y abriendo más los ojos azules, Guy Blin dijo que pensaban quedarse tres días más en la ciudad imbabureña. Ajenos al bloqueo de las vías que conducen a Quito e Ibarra, los turistas disfrutaban de un paseo junto con cuatro franceses más. Llegaron hace 10 días y juntos han recorrido Quito, Baños, Puyo, El Quilotoa y Otavalo.
“En Francia también hay manifestaciones fuertes, aunque no se cierran la carreteras”, comentaba Domenique Appietto. Aunque no conocía la razón de las protestas, ha escuchado que es a causa de la propiedad del agua. A pocos metros, seis turistas de EE.UU. bromeaban en inglés, mientras se probaban gorros tejidos con lana.
Más lejos, en la calle García Moreno, en el centro de Otavalo, tonos suaves y repetitivos de un sanjuanito se escuchaban. La melodía salía de un equipo de sonido, colocado sobre una mesa. Andrew Preston y Melody Chris leían con atención las carátulas de los discos compactos de música indígena.
“Yo estuve ayer en González Suárez protestando junto a los indígenas. Yo estoy de acuerdo con ellos. El agua debe servir para la gente y no para las industrias”. Así explicaba Preston, estudiante de Antropología, nacido en Colorado (EE.UU.), mientras un arete, color lila en forma de espiral, se movía en su oreja derecha.
De contextura delgada y ojos verdes, Preston ha recorrido Guatemala y Nicaragua estudiando las culturas indígenas. Eso, precisamente, le trajo a Otavalo. Confesó que siente solidaridad por los indígenas. “En la mayoría de países son los más pobres”. Es por eso que regresará caminando y cargando su mochila hasta llegar a Quito, si la carretera sigue cerrada hasta el fin de semana.
Algo parecido pensaba la estadounidense Cathy Holt. Es jubilada y regresó a Ecuador por segunda vez. Alta y delgada, leía atenta un periódico. De rato en rato saboreaba una taza de café, sentada en un bar de Otavalo. “El intento de privatizar el agua ya sucedió en Cochapamba, Bolivia, pero no se concretó. Creo que algo similar intentan hacer aquí”, dijo en un español comprensible.
Ayer llegó a Otavalo desde el valle de Íntag, en Cotacachi. Con una sonrisa amplia recordó que en la ‘Pana’ (Panamericana) vio a varios turistas malhumorados caminando rumbo a Quito. Ella, por lo pronto, seguirá en Otavalo. Mientras tanto, Domenique Appietto y Guy Blin se quedarán hasta que las vías se despejen.
Los tours están suspendidos
Las visitas de los turistas se han suspendido en las zonas de la Sierra norte, debido al cierre de carreteras, realizado por los indígenas que protestan contra el proyecto de la Ley de Aguas.
Así lo confirmó Cristian Garzón, gerente de la empresa de turismo comunitario Runa Tupari, que opera en cinco comunidades indígenas de Cotacachi, en Imbabura. “Ofrecemos servicio de hospedaje y convivencia con familias indígenas en las comunidades de Morochos, Chilcapamba, La calera, Santa Bárbara y Tunibamba.
Esta paralización, dijo, perjudica a todos: a quienes proveen de los productos para la comida, a quienes atienden o en los hoteles, a los vendedores de tejidos…
Un grupo de ocho turistas holandeses no pudo pasar el martes último. Ellos se quedaron atrapados en El Cajas, en el límite provincial entre Imbabura y Pichincha. Ahí había un bloqueo.
“Para mañana teníamos previsto el arribo de 80 turistas, que ya no vendrán. Cada uno gasta mínimo USD 50 diarios en nuestra agencia. Esa es una gran pérdida para las comunidades”, dice.
Entre tanto, Felipe Ortega, titular del Ministerio de Turismo, en Imbabura, calcula que un promedio de 1 000 turistas visitan diariamente Otavalo. Él estima que por el bloqueo esta cifra ha descendido a más de la mitad.