Las personas más vulnerables y con mayor riesgo de exclusión social que atiende la Cruz Roja Española (CRE) son extranjeras. De los 22 899 usuarios que entran en esta categoría, el 68% son inmigrantes y solo el 28,4% nativos.
Estas son algunas conclusiones del ‘Informe anual sobre la vulnerabilidad social 2008-2009’, que la CRE presentó la semana pasada en Madrid. Allí se revela que la crisis ha aumentado la demanda en alimentación, vivienda, educación, economía familiar…Entre los extranjeros más vulnerables, los latinoamericanos representan el 25%; del Magreb (norte de África) proviene el 16%; de Europa del Este 14% y un 12,6% es africano subsahariano.
Los más vulnerables son hombres de entre 25 y 49 años, con una tasa de desempleo del 77,1% y con una media de dos hijos. La mayoría ha salido de la construcción y le es más difícil encontrar trabajo que a las mujeres, que tienen mayor adaptabilidad.
En el 2009, en sus programas de intervención social y empleo, la CRE atendió a 1 435 000 personas, con mayor o menor grado de vulnerabilidad. De las 600 000 más que se atendieron en relación a 2008 (900 000), 500 000 acudieron por alimentos.
El ecuatoriano Carlos Sánchez pasó de la estabilidad económica como pequeño empresario a desempleado y a deber 50 000 euros al banco (USD 61 445). Con la crisis no pudo seguir pagando la furgoneta que adquirió para transportar mercancía.
La entidad le amenaza con un juicio. “Si hubiera previsto esta crisis, no me compraba nada”, dice Sánchez con dos hijos y cuya esposa tampoco tiene trabajo. Antes vendió su casa en Ecuador para costearse un departamento.
La Iglesia, las ONG, los bancos de alimentos son quienes le plantan cara a la crisis. En Hijas de la Caridad hay ‘pisos de inserción’ para madres con hijos y familias sin hogar, viviendas con alquiler mínimo y apoyos en dinero.
En Madrid hay más de una decena de comedores sociales y ocho albergues. Antes del 2008 eran utilizados por españoles sin hogar y subsaharianos. La recesión introdujo una serie de nuevos perfiles, antes insospechados.
En casa todos sin empleo
La familia de Dixiana Castillo se ajusta la perfil de nuevos vulnerables. De una familia de cuatro, tres se quedaron sin empleo desde hace casi un año: el padre y los dos hijos, entre ellos Dixiana.
La madre debe llevar ahora sobre sus hombros el peso del sustento familiar. Es muy difícil, porque de los 650 euros que gana en la atención de adultos mayores, casi la totalidad se consume en alquiler. “Nunca nos ha sobrado el dinero, pero nunca nos ha faltado como ahora”, lamenta esta guayaquileña de 23 años que era cajera en un supermercado.
Su padre, empleado de hogar desde que llegó a España, fue despedido por la crisis; no recibe ‘paro’ porque los asistentes no tienen derecho a él. A la joven a veces la llaman para cuidar a un niño, le pagan 4 euros la hora, un abuso del que está consciente -una niñera gana 10 euros la hora-. “Le pedí a mi jefa que me pague más y me dijo que no tenía para más”.