Los protagonistas de ‘Lluvia’, ficción de Paula Hernández, se observan a sí mismos detrás de una cortina de agua que desdibuja todo lo que los rodea, incluso su visión del otro, en su verdadera dimensión humana.
Alma (Valeria Bertuccelli), que escribe notas poco importantes en una revista femenina, acaba de dejar el departamento que compartió con su pareja por una década en el preciso momento en que le pareció descubrir que ya no había nada que los uniera. No tiene adónde ir, y por eso se refugia en su automóvil.Roberto (Ernesto Alterio), recién llegado de España, adonde se fue con su madre cuando era un niño, viene a acompañar los últimos momentos de su padre, un auténtico desconocido, que yace en coma en la cama de un hospital. En medio de una torrencial lluvia, un embotellamiento unirá a Alma con Roberto por un rato, el tiempo suficiente como para que cada uno comience a evaluar qué es la felicidad y obtener como respuesta: algo que se tiene muy cerca.
La historia de ‘Lluvia’ es pequeña y austera, pero trascendente. Sus personajes son gente común. Hernández crea climas y expone a sus criaturas al dolor de ser, a la lluvia, una metáfora de todo aquello que impide y, a la vez, fuerza a descubrir la felicidad, y que parece no tener fin.