Los motores fuera de borda irrumpen por las tranquilas aguas de los ríos Esmeraldas y Viche.
Las largas canoas de guayacán, de 10 metros de largo y uno de ancho, transportan a los finqueros que viven en decenas de recintos y no tienen vías terrestres.
Los ríos forman una Y a 500 metros antes de Viche, una parroquia del cantón Quinindé (Esmeraldas. Es un pueblito de 3 984 habitantes que ocupan pequeñas casas de bloque y madera. Por sus calles transitan comerciantes, pescadores y finqueros.
Viche está en el kilómetro 120 en la vía Santo Domingo-Esmeraldas. La carretera cruza la población. Por ello hay restaurantes que ofrecen mariscos a los viajeros serranos que van a las playas.
Hasta la Y también llegan canoas más pequeñas, de ocho metros largo y uno de ancho.
Tienen capacidad para 12 pasajeros y la carga. Los viajeros descienden de las embarcaciones y llegan hasta una pequeña playa. En este lugar, un frondoso árbol de mango cubre del fuerte sol a los agricultores.
Uno de los finqueros es Teodoro Bravo, un manabita de Rocafuerte. Tiene 70 años. Él y su esposa, Ramona Campo, llegaron hasta el recinto Chancama, aldea ribereña del río Esmeraldas.
Bravo calza botas negras, viste pantalón de gabardina, camisa y un elegante sombrero plomo. “Me regalaron mis hijos”, dice. Tiene una propiedad de 25 hectáreas, a 20 minutos del río Esmeraldas. Desde allí saca su producción a lomo de mula. Luego usa la canoa que circula por el afluente esmeraldeño.
El viaje fluvial dura 20 minutos. Bravo llega hasta el improvisado puerto en la Y. “Traje un poquito de cacao, nada más”, sostiene. Al desembarcar paga 25 centavos por cada quintal de cacao, la misma cantidad de su pasaje. Dice que este transporte es seguro. Pero hace 10 años se viró la canoa en la que viajaba.
“El río había crecido y perdí mi cacao y cuatro cilindros de gas”. En otra embarcación viene Agustín Gutiérrez, un finquero del recinto Nuevo Paraíso.
Él trajo un saco de arroz con cáscara. “No cultivo mucho, esto es solo para el consumo de la familia”. Gutiérrez se traslada a una piladora en Viche.
De otra embarcación desciende David Ortiz, de 28 años, un maestro albañil. “Yo construyo casas para los finqueros, con su propia madera”.
Una fiel usuaria de este transporte de Viche es Italia María Vera, de 33 años. Ella es una maestra de belleza que enseña en el recinto Chiba. Ahí tiene 19 alumnas que reciben clases de 10:00 a 16:00, en la escuela unidocente de este lugar. Cada alumna paga USD 10 por mes.
Al filo de las canoas, en el atracadero, están los conductores de triciclos. Uno de ellos desembarca los tres quintales de cacao de Bravo. Con la carga sobre su hombro trepa una pendiente de tres metros y embarca el producto en un triciclo. El agricultor y el conductor se dirigen hacia el centro de Viche. En una de las bodegas le pagan a USD 106 por cada quintal de cacao, porque aún está húmedo (recién pelado).
Otro de los conductores de triciclos es Jixon Campoverde, de 16 años, estudiante de cuarto curso de informática que trabaja los fines de semana. “Cuando el día está bueno gano USD 8 y cuando está malo, USD 4”.
Otros tricicleros son también comerciantes. Ellos compran las gallinas a los aldeanos que llegan en las embarcaciones. Las adquieren en USD 9 y las venden a USD 12 a los propietarios de restaurantes en Viche.
La flota de 10 canoas, de colores cálidos, tiene llamativas leyendas: Llegó tu papi, El que cae resbala, El salón de las mujeres, Niño Calixto, Niña Dayana…. Algunas llevan los nombres de los hijos de los propietarios de las canoas.
Cada canoa es impulsada por un motor fuera de borda de cinco caballos de fuerza y consume USD 10 diarios en combustible. Solo hay un conductor por canoa y este gana USD 15 por día.
Los viajeros y canoeros se reúnen en el comedor de Amparo Campos, una guapa morena que prepara los alimentos al ritmo de la música tropical.
Ella cocina secos de carne, gallina y pescado. También vende cerveza y el licor Caña Manabita. Uno de los tripulantes de la canoa es Martínez Charcopa, un afroecuatoriano oriundo de Esmeraldas. Con su canoa recorre los recintos ribereños de Chancama, Binzade, Cube, Oro Verde, Male, El Calvario, Chura, Las Delicias, Sasa, Achiote…
El pasaje más barato es de 15 centavos y el más caro, USD 1, según la distancia del recinto.
A media tarde, Charcopa sale con su último viaje al recinto Chancama. Uno de sus pasajeros es Teodoro Bravo, quien lleva en un saco de yute fideo, atún, sal, aceite comestible, jabón y detergente. Y productos de la Sierra: cebollas, zanahoria y pepinos.
La canoa se pierde por el río Viche, flaqueado de árboles de guayacán y mango.