El País, Uruguay, GDA
Junto a su colega Jorge Luis Marzo, el videoartista y crítico cultural Arturo Rodríguez analizó casi 3 000 spots electorales de todo el mundo. Tomando como punto de partida el año de la caída del Muro de Berlín, 1989, llegaron hasta 2008, cuando expusieron todo ese material en Barcelona bajo el título ‘Spots electorales. El espectáculo de la democracia’.
Hace poco, Rodríguez estuvo en Uruguay para dar una charla acerca de las conclusiones de su investigación.
La idea de recopilar tantos ‘spots’ electorales surgió, en primer lugar, de su necesidad como ciudadanos interesados en la vida política. Sobre todo les llamaba la atención la sofisticación de los ‘spots’ y su evolución. “Es un subgénero audiovisual. También vimos que no había una investigación así, que tomamos al ‘spot’ como unidad, como objeto de nuestro estudio”.
Para conseguir ese número de ‘spots’ trabajaron con documentalistas y otros investigadores que les proporcionaron los ‘spots’ de muchos lados del mundo. La clave fue haber empezado sin ningún tipo de prejuicio y armando una base documental grande.
Los ‘spots’ fueron clasificados primero por origen y luego por categorías más acordes a una mirada cultural y no politológica. En total los dividieron en 14 categorías. Algunas de ellas fueron Animación, Patria, Gemelos -‘spots’ que eran idénticos de un país y una cultura distintas-, Oponentes, Lágrimas y Musical.
En América Latina, según concluye el estudio, la presencia musical es agobiante. Claro, en América Latina se oye música en la calle. “Si te vas a Noruega, probablemente no la escuches muy a menudo”, dice Rodríguez con una sonrisa. Se identificó también mucho jingle, una herramienta de penetración muy efectiva.
Así es ya casi un hecho que el partido que tenga buenos músicos de su lado, tiene una gran riqueza y, por su puesto, ventaja.
Parodia era otra categoría, una muy rica porque ahí se cruza todo: las ideologías, los contextos, las líneas partidarias, todo. Un ‘spot’ paródico puede venir de Gran Bretaña o Filipinas.
Luego de la muestra, todos los ‘spots’ analizados por Rodríguez y Marzo fueron a parar a una base de datos, según su clasificación.
Si uno busca, por ejemplo, un aviso electoral que esté hecho como una ficción y esté dirigido a una mujer en Bélgica, solo hay que poner: Bélgica, mujer, ficción y aparecerá. Todo eso está disponible en un disco duro que se puede vender a entidades públicas y privadas y cuesta 1 000 euros. Es algo pensado principalmente para facultades y centros de investigación. También hay un sitio web de la muestra (www.spotselectorales.com).
Entre las conclusiones más importantes que se sacaron tras el período de estudio es que si la videopolítica no ha suplantado ya a la política, pues lo está haciendo.
La explotación de la imagen del candidato es primordial, como la puesta en escena. Si hay carisma televisivo, se aprovecha al máximo. Si por el contrario el fuerte del candidato es el contacto con la gente, si la cercanía es el fuerte, ese candidato hará una campaña ‘por tierra’, como se le dice. Y sobre todo no se lo pone en un debate, asegura Rodríguez.
Y como consecuencia de todo esto, hay una evacuación del discurso ideológico en el ‘spot’ electoral. Otro punto a tomar en cuenta es que hay una tendencia a la homogeneización. Todo lo contextual se deja de lado.
Una campaña en Grecia puede ser muy parecida a una campaña en Argentina. Es como si se estuviese vendiendo un producto, una pasta de dientes. Pero el que vende pasta de dientes tiene que legitimarse regularmente. Una vez cada tanto tiene que salir a decir “seguimos aquí, somos buenos, tenemos calidad”. El ‘spot’ se hace, se muestra y luego se olvida.
En cuanto a si esta tendencia responde a una forma consumista de vivir (en la lógica del ‘use y tire’), el estudió encontró que sí, que el tratamiento que se le da es igual que el que se da a un kleenex. “Las campañas son muy intensas en pedir el voto pero luego las responsabilidades se diluyen bastante”, es otra de las aseveraciones de Rodríguez.
Probablemente esa sea una de las causas por la que los partidos políticos prácticamente no tienen archivo. “Cuando nos contactamos con ellos, la mayoría no tenía un archivo de lo que habían hecho en materia de campaña política. Hubo excepciones, pero por lo general nos daba la impresión de que los partidos pensaban: mejor no acordarse de esa promesa que hicimos”.
También hubo sorpresas a medida que avanzaba su investigación; una muy grata es que la creatividad se sigue imponiendo al dinero. “Vimos cosas hechas con muy poco presupuesto que superaba en eficacia e ingenio a avisos con mucha inversión”.
Lo que no fue tan grato fue darse cuenta de que hay cada vez menos tiempo para asimilar el mensaje político. Antes en España, un ‘spot’ podía durar ¡hasta dos minutos! Eran casi minirreportajes, y al final el candidato hablando. Eso se acabó. Es muy lento, muy tedioso. Ahora, el ‘spot’ se inserta en el flujo televisivo como cualquier otro producto.