Los 72 cadáveres de marginados de nuestros países por el hambre y la miseria enlazan fatalmente la triste suerte de miles de ecuatorianos y latinoamericanos y la violencia despiadada de las mafias de la droga que siembran México de sangre. Seis de los muertos son ecuatorianos. El funcionamiento macabro de siete carteles organizados que se disputan los territorios y las fortunas amasadas con el narcotráfico ha penetrado la institucionalidad mexicana desde hace rato. Los muertos superan los 28 000 y el negocio perverso prospera y perfora fronteras para llegar a los mercados millonarios.
Un ecuatoriano sobreviviente contó la historia y su relato desnuda la frágil situación de la familia; su misma existencia corre peligro. Por eso es que se impone una protección de las autoridades mexicanas, y su rápido traslado, allá donde esté seguro de los asesinos mafiosos.
Por eso las autoridades del Ecuador llegaron al paupérrimo caserío de Ger, en Cañar, para proteger a la familia de Luis Freddy Lala. A ellos hay que blindarlos de los sicarios, de los chulqueros y coyoteros que han establecido su negocio sucio y han transportado a miles de ecuatorianos que buscan en el país del norte un trabajo digno y un sueldo seguro que les negó su propio país.
Por eso es que más allá de la protección que hoy brindan las autoridades a Lala y su familia – y hacen bien-, es más importante sembrar las condiciones para que en el Ecuador disminuya el desempleo y la marginalidad, se supere la pobreza y se dinamicen las fuentes de empleo y oportunidades.
Hagamos de ésta una ocasión para sentar las bases de un país mejor, seguro para sus habitantes, solidario y respetuoso, donde nunca más un ecuatoriano deba abandonar a sus familias para buscar la promesa de una situación que casa adentro les negamos.