Cuando João Pimenta habla, con su portuñol perfecto –que él llama “español esperanto”–, lo mejor que se puede hacer es escucharlo con atención... y agradecimiento. Ni en las clases que vino a dar estos días a Quito ni en una charla informal de pasillo o sobremesa ni en esta entrevista hay desperdicio posible; cualquier materia, en sus manos, cobra la forma del conocimiento.