Apenas unos segundos bastaron para cambiar la dinámica de una plaza quiteña. Si antes de las 20:20 del viernes 29 de agosto la gente en San Francisco apenas resistía el frío nocturno hablando y moviéndose con sus pares (amigos, familia, parejas), inmediatamente después todo se convirtió en una fiesta llena de luces, color e historia.