El pasado es nuestro verdadero dios. Los humanos nos negamos a dejarlo atrás. Levantamos memoriales enormes sobre las batallas ganadas o sobre las tragedias militares sufridas, resistidas con valor patriótico. Nos encanta el cine ‘histórico’. Y si no tenemos gestas, pues las creamos y saturamos los medios con el mensaje nacional. Creemos, en definitiva, que lo moralmente correcto es recordar.