Lo sensato sería ubicarse en la realidad, en esa cruel realidad que nos dice de mil maneras que el ‘boom’ petrolero ya pasó, que nos farreamos hasta el último centavo y que esas épocas doradas de dispendio, aquellas en las que había como consumirse el ingreso y mucho más, esas, no volverán.
Volverán las épocas de austeridades, de los atrasos en los pagos, de las demoras en la cancelación de cuentas. Pero aquellas épocas de inmensa puntualidad, de cuentas por cobrar cero, de absoluto cumplimiento, esas, no volverán.
Porque, más allá de parafrasear poesías, algo hay que hacer ante lo que estamos enfrentando. Y lo primero es tener conciencia que el precio del petróleo de este año será un 30% inferior al promedio del año pasado, que, a su vez, fue un 50% menos que el promedio del 2014.
Lo sensato sería escribir una nueva Constitución que le dé al Estado atribuciones que realmente pueda cumplir. Incluso un gobierno con abundantes y crecientes recursos (como el que teníamos cuando se redactó la “Carta Rosa de Montecristi”) difícilmente podía hacerse cargo de todo lo que le encargó esa Constitución, pero con los escasos y decrecientes ingresos de ahora, estamos más lejos que nunca de concretar ese tan seductor (y costosísimo) ‘Estado de derechos’.
Luego habría que reducir el gasto público a un nivel sostenible. Y lo único sostenible en el largo plazo es bajar los gastos hasta que lleguen el mismo nivel de los ingresos (equilibrio le llaman). Pero claro, si bien eso sería lo responsable, también sería muy impopular. Y lo triste es que es utópico esperar que un gobierno populista haga algo impopular (trabalenguas le llaman).
También, sería sensato modificar las normas del mercado laboral para hacerlo más flexible. Si bien el salario dejó de crecer a una velocidad que encarecía cada vez más los costos laborales, los problemas siguen siendo la imposibilidad de contratar personas por horas y los altos costos de despido.
Si un empresario sabe que para terminar el contrato de una persona que trabajó más de tres meses es necesario pagarle tres meses adicionales de indemnización, lo más probable es que ni siquiera lo contrate, que ni siquiera intente ver si vale la pena poner una persona más en su empresa. En las épocas recesivas es cuando más fuertemente se siente los efectos negativos de la inflexibilidad laboral.
Y también sería sensato simplificar los impuestos para que no desincentiven la producción (o que la desincentiven lo menos posible).
En general, habría que cambiar toda la actitud frente a la empresa privada, frente a la creación de riqueza y frente a la creación de empleo por parte del sector privado. Pero más allá de los trabalenguas, eso es utópico porque demasiada gente se creyó el cuento del que el buen vivir era gratis y necesitarán años para tomar conciencia de su error.
@VicenteAlbornoz