El paÃs polÃtico ingresa de lleno en la coyuntura de las enmiendas constitucionales que el Gobierno pretende aprobar en la Asamblea. Aquello nos trae nuevamente a discutir los graves problemas, de fondo y forma, que han rodeado este proceso desde que inició.
Poco se ha discutido sobre lo que este proyecto significa con relación a la promesa de refundación de la polÃtica que Alianza PaÃs (AP) propuso al Ecuador allá en 2006, cuando Rafael Correa irrumpió en el escenario presidencial.
En ese momento la lucha contra la llamada partidocracia fue el corazón del discurso correÃsta, y junto a ello, el llamado a cambiar las prácticas polÃticas del paÃs. Correa denostó en contra de la politización de la justicia y demás organismos públicos; criticó vehementemente a la corrupción y la impunidad, e hizo de la participación ciudadana el emblema de su proyecto y asà sedujo a millones de ecuatorianos. Todo ello se plasmó en la convocatoria a una Asamblea Constituyente y en la aprobación, vÃa referéndum, de una nueva Constitución muy generosa en derechos y garantÃas.
Este libreto comenzó a cambiar con la primera reforma constitucional, aprobada en Referéndum y Consulta Popular en mayo de 2011. Allà se evidenció que varios de esos postulados habÃan sido dejados de lado y que el Presidente, de forma clara y frontal, reclamaba el control e intervención en la justicia. Esta ocasión fue la primera señal de que el Gobierno tenÃa muy claro que su proyecto polÃtico requerÃa romper con las promesas centrales de la campaña presidencial de 2006 y que, además, no tendrÃa empacho en violar el pacto constitucional que habÃa sellado con el pueblo ecuatoriano al momento de aprobar vÃa referéndum el texto de la nueva Constitución. No digo con esto que el proyecto autoritario del correÃsmo no hubiera estado presente desde el dÃa uno en que Rafael Correa llegó al poder, sino que en ese momento se abandonó de forma definitiva la dimensión ética y democrática de la llamada revolución ciudadana.
En ese sentido, lo que ha venido después, no ha sido más que una constante degradación de las promesas de transformación polÃtica con que AP llegó al poder y aquello lo muestran de forma patética y descarnada las enmiendas constitucionales ahora en trámite. Primero, ya no se aprueban consultando al pueblo, sino con una mayorÃa legislativa dócil y servil al Ejecutivo.
Segundo, estas ya no reflejan el sentir de la mayorÃa de ecuatorianos, sino que pretenden aprobarse a sabiendas de que el pueblo no está de acuerdo con ellas. Tercero, en la propuesta del oficialismo no hay vestigio alguno de progresismo y avance de derechos, sino todo lo contrario. Lo que hoy nos propone, triste y paupérrimamente, AP ya no es el sueño de una polÃtica diferente, sino reelección indefinida, militares en las calles, menos derechos de participación, comunicación y laborales, menos atribuciones de la ContralorÃa, menos descentralización.
Esa la pobreza de las enmiendas; muestra un grupo en el poder decadente, reaccionario, aferrado a sus privilegios, que perdió toda visión de futuro y de democracia.
@cmontufarm