Los presidentes de América Latina y sus homólogos de la Unión Europea se reúnen en Madrid desde el día de mañana para tratar sobre preocupaciones compartidas. Esta cumbre quiso -o al menos lo pretendió- ser un hito en los afanes de España por acercarse y bien a América Latina y, por ser una alta representante de sus intereses y preocupaciones. Como siempre con este subcontinente, esto fue una grandiosa aspiración porque siempre hay quienes tienen otra agenda y no necesariamente para algo más justo.
Empecemos entonces por el tema de Honduras. Los presidentes de Unasur y específicamente los presidentes de la Alba y de Brasil ganaron una batalla diplomática contra Rodríguez Zapatero para que el presidente hondureño Porfirio Lobo no asista. Bien hecho, feliz boicot para demostrar su animadversión contra un régimen nacido tras un golpe de Estado, pero se les olvidaron dos pequeños detalles: el pueblo hondureño necesita una salida, no bloqueos al estilo estadounidense contra Cuba para poder salir adelante. Segundo detalle fundamental a la hora de tomar decisiones latinoamericanas y no solamente semisudamericanas: todos los presidentes centroamericanos han reconocido, apoyado y hasta firmado convenios con Porfirio Lobo. Incluso los progresistas Álvaro Colom de Guatemala y Mauricio Funes de El Salvador. No pongo entre los progresistas a Daniel Ortega por simple justicia, pero él también ha recibido y apoyado a Lobo. Es hora de que la conciencia sudamericana y la mala conciencia brasileña (por su participación forzada en el tema) cedan un poco y, si no quieren ceder, al menos ofrezcan salidas viables para Honduras y no solo golpes de mesa.
Es necesario considerar que hay dos temas esenciales que preocupan a los latinoamericanos y que, aunque no se den cuenta, lo tratan solamente como si fueran temas bilaterales: el comercio y la migración.
Sobre el comercio, países como Colombia y Perú, además de todos los centroamericanos, tienen una agenda clara: consolidar sus respectivos acuerdos de libre comercio y ratificarlos, antes de que la ola especulativa de la crisis griega cause más estragos que los que ya ha hecho. Ecuador todavía no entiende que esto directamente le concierne. La crisis económica todavía no ha terminado, y sus altos y bajos van a repercutir en la demanda de bienes exportables latinoamericanos, no tanto asiáticos o africanos. Lo que han estado haciendo los europeos es comerciando con aquellos que tienen acuerdos vinculantes.
Sobre la cooperación, América Latina debería tener mucho que decir ante la retirada europea. Pero la verdad es que la región no ha llegado a poner prioridades específicas donde puedan las dos regiones tener una visión de largo plazo y ser eficaces con el financiamiento al desarrollo. Que no sea esta otra oportunidad perdida para todos estos temas.