Dado que entramos en un año electoral, deseo responder a una pregunta que muchos se hacen en estos tiempos: ¿Debe pronunciarse un obispo sobre política y economía?
Por supuesto que sí.
La Iglesia tiene un mensaje ético-social que deriva del Evangelio. A lo largo de los años (desde León XIII hasta el papa Francisco) ha ido tomando cuerpo la Doctrina Social de la Iglesia, convencidos los Papas, y cualquier cristiano comprometido con el hombre y con la historia, de que los valores cristianos resultan muy útiles a la praxis política concreta y a los grandes desafíos que hoy se nos presentan.
Sin moral, sin ética, todo está perdido.
El cardenal Carlos R. Marx, en el año 2008, publicó ‘El Capital’, un alegato a favor de la humanidad. Tocayo del otro Marx, el Cardenal advierte que “un capitalismo sin humanidad, solidaridad y justicia no tiene moral ni futuro”.
También a la Iglesia le toca transitar por este camino y ser luz para las gentes.
La caída del Muro de Berlín no solamente supuso la crisis del marxismo, agonizante desde hacía ya mucho tiempo, sino la obligación de buscar nuevas sendas a fin de superar la injusticia y la pobreza. Y en esto, la Iglesia debe implicarse, aun a riesgo de ser criticada.
Guste o no, tiene el deber moral de poner de manifiesto las injusticias sociales, que empobrecen y destruyen al hombre, siendo la voz de los que no tienen voz, de los que no tienen ningún ‘lobby’ que los defienda, de los que son abandonados a su suerte, descartados sin justicia y sin misericordia.
Seguramente, a Carlos Marx no le hubiera gustado que otro Marx, luciendo el capelo cardenalicio, se pusiera del lado de trabajadores, explotados y empobrecidos, algo que no se compadece con la teoría según la cual la religión sirve de “consuelo y justificación” del mundo burgués y capitalista. La realidad es otra, también en nuestra América Latina, surcada en el tiempo por infinitas explotaciones y condiciones de vida y de trabajo injustas y excluyentes…
Gracias al buen Dios, han sido muchos los cristianos comprometidos, sacerdotes y obispos, que han proclamado el valor de la justicia y han caminado al lado de sus pueblos, a veces hasta el martirio…
¿Supone un pecado social afirmar que, en medio de los intereses ideológicos o partidistas, es preciso mantener el valor de la democracia, de la libertad o del consenso? ¿A quién ofende que la Iglesia diga que los intereses del capital deben ceder cuando entran en conflicto con la dignidad del trabajo? Custodios todos de la creación, ¿deberá la Iglesia de guardar silencio ante la destrucción del planeta, de la Amazonía, de la tierra o del agua? ¿Acaso todas estas cosas no tienen una dimensión política?
Otra cosa es meterse en política partidista, promover intereses de grupo o conspirar en contra del poder legítimamente constituido. Ahí, al obispo le conviene rezar para no caer en tentación.