Está consumado. Ya no tendremos a Javier Ortega, ni a Paúl Rivas, ni a Efraín Segarra. Los terroristas los presentaron por TV encadenados por el cuello y, al final, los asesinaron. Sería justo que la Unión Nacional de Periodistas, los proclamen al menos, héroes de la profesión.
Nos demostraron lo que significa la pasión de un periodista por obtener la noticia.
¿Por qué, con motivo de la rebelión de septiembre de 1975 contra el Presidente Rodríguez, cuando patrullas militares disparaban sus armas al Palacio de Carondelet, el periodista Diego Oquendo, con micrófono en mano, entrevistaba a uno de los militares que disparaba el fusil? Puso en peligro su vida, pero obtuvo el reportaje exclusivo.
¿Por qué, durante una rebelión policial atrincherada en su cuartel de la calle Flores, pretendió ser desalojada por militares profesionales, la pasión de la noticia exclusiva impulsó hasta la cercanía del lugar de la refriega, al propio Director de EL COMERCIO señor Jorge Mantilla Ortega y varios cronistas igualmente apasionados por obtener la información exclusiva? ¿Acaso, en tiempo no muy lejano, el periodista Carlos Vera acudió hasta el lugar ocupado por las Farc y entrevistó a sus dirigentes? Muchos episodios similares podrían mencionarse.
Esa misma pasión es la que condujo a Javier, Paúl y Efraín hasta el lugar donde fueron capturados y segadas sus vidas.
En el fondo de esta tragedia está la ira de negociantes de drogas, a quienes en el último tiempo la autoridad ecuatoriana les ha decomisado toneladas y más toneladas de alcaloide producido fuera del país, pero guardado y embodegado en el nuestro, a fin de movilizarlo y embarcarlo hacia los grandes centros de consumo.
La base de Manta –al parecer- vigilaba, pero autoridades “revolucionarias” de nuestro gobierno la expulsaron del territorio.
Esas capturas continuas deben haber molestado seriamente a los negociantes y lo de Mataje podría ser una advertencia.
La situación económica de Esmeraldas y Carchi, ha sido y es grave. Los famosos “poderes públicos” no los han ayudado y algunos habitantes se dedicaron al contrabando de mercancías y combustibles. Manabí y Sucumbíos han tenido mejor suerte.
Lo que sí abundan son las leyes represivas: cárcel y decomiso. ¿Quiénes dictan las leyes? Damas y caballeros de la “revolución” de turno, entre disputas, peleas y discursos de mayorías móviles. El último, de moda, es para condenar y “combatir” la corrupción, ante la avalancha de descubrimientos. Quedará para recuerdo la promesa de un luchador “revolucionario” quien, en la campaña, ofreció: “Caiga quien caiga hemos sido radicales y les cortaremos las manos, pero en Ecuador no más impunidad” ¿A él, por lo menos le cortarán las uñas largas?
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