A menudo se escucha hablar que, por sobre todo, lo que más necesitan los paÃses para desarrollarse es estabilidad, traducida en reglas de juego claras, que permitan tomar decisiones económicas sabiendo de antemano el esquema jurÃdico que regirá para su inversión. Conociendo las normas, corresponde a cada individuo decidir si arriesga o no su capital en determinado paÃs. A partir de allà es su elección si se atreve o no a emprender en un proyecto económico, dependiendo de cuán seguro considera el marco jurÃdico. Sin duda es un elemento de trascendental importancia, pero observando lo que sucede en nuestros alrededores podemos aseverar que no solo es necesario aquello, sino quizá más importante sea contar con un ambiente amigable para la inversión.
En los últimos años hemos visto, a grosso modo, dos clases de gobiernos. RegÃmenes manejados por grupos polÃticos que, pese a declararse de izquierda, no han sido hostiles con la inversión provenga de donde sea, siempre que sea legal. De otra parte, han surgido neopopulismos que habiendo modificado el marco jurÃdico de sus paÃses, si bien proclaman que la inversión es bienvenida, su discurso polÃtico está cargado de hostilidad en contra de los emprendedores.
En consecuencia, no basta que aparentemente el esquema jurÃdico tolere la existencia de lo privado, ni siquiera que conste en cada texto jurÃdico que se expide, lo esencial es que, en los hechos, el inversionista no sea maltratado, que no se considere la actividad privada una forma de acaparamiento de recursos, indigna o, peor aún, inmoral ante la nueva moral revolucionaria.
Entre estas dos clases de paÃses los resultados están a la vista: inflación, escasez, desabastecimiento de mercados, por un lado; y, por otro, sociedades que progresan con una gran cantidad de bienes y servicios que alcanzan cada vez más a las mayorÃas, mejorando su capacidad adquisitiva a cuenta de que los procesos inflacionarios, normalmente acicalados a más de las razones antitécnicas por la incertidumbre, no han retornado a despedazar las economÃas familiares.
Hoy mismo contemplamos cómo ciertos gobiernos se enfrentan con los productores, mandando un mensaje absolutamente negativo a la inversión. En la otra cara de la moneda, otros paÃses receptan recursos aún en medio de la crisis y en forma constante, logrando disminuir el número de pobres. Cuánto daño hacen a sus poblaciones discursos con conceptos caducos, emitidos por voceros que no pueden percibir que el mundo cambió, que no admiten que las sociedades buscan el progreso y no la confrontación. No están equivocados los que invocan la tolerancia, la búsqueda de consensos. Lástima que en paÃses con carencias de todo tipo la manipulación lleva a los más débiles a creer que esa clase de polÃticas les beneficia, cuando en el mediano plazo les condenan más a la miseria.