La cumbre de Bruselas mostró a la entrada caras largas y sonrisas fingidas. Europa no está para bromas, la estabilidad monetaria se juega una vez más en las medidas de emergencia que además deben ser sustentadas en bases sólidas y duraderas.
La idea es evitar que el efecto dominó cunda por otros paÃses. Y hablamos de un efecto de carácter polÃtico, al recordar que el poderoso Silvio Berlusconi se desmoronó tanto como el frágil Papandreu y que el fracaso socialista de España deberá ser remendado por la que era, hasta ayer, oposición inclemente de la derecha. Lo de fondo, lo más complejo, es lo económico y sus consecuencias en lo social (partes de un todo indivisible).
El liderazgo firme de Alemania y Francia se entiende por su posición dominante en las finanzas continentales pero también por la alta cuota de préstamos en riesgo que han conferido a los paÃses de la Unión y que en caso de retrasos o hasta ‘default’ pueden acarrear un efecto de contagio de impredecible final.
No olvidemos que la Unión Europea puso altas exigencias de ajustes a los paÃses de menor grado de desarrollo. Siempre se supo que Grecia y Portugal, Irlanda y España presentaban problemas. Italia jugó un papel desconcertante y terminó pagando la factura económica en la crisis polÃtica, tanto como España y Grecia.
La pervivencia del euro depende de las nuevas fórmulas para salvar a los débiles. Es imperativo que cumplan con las medidas de austeridad fiscal. El sacrificio de hoy les permitirá asumir su deuda social que ahora se agranda.
Los préstamos del Banco Central Europeo se analizarán, aunque la fórmula no tiene salida legal. El euro debe subsistir para evitar desasosiego mayor en el angustiante mapa de la economÃa global e interdependiente como nunca.