Existen muy pocos pero los hay y se los encuentra más fácilmente en las luchas por el poder político. Ante los elogios que reciben de sus seguidores y admiradores responden sin sorpresa.
Convencidos de poseer las cualidades que se les endilga las aceptan públicamente y llegan a creer que son muy especiales, por lo tanto, imprescindibles en el acontecer nacional. Proclamados salvadores y guías por sus allegados su primer objetivo es lograr perpetuarse en la memoria. Para que subsista esa imagen de por vida y luego de ella hay que repetir constantemente los supuestos logros alcanzados por esos seres incomparables. Esa tarea la dejan a sus servidores incondicionales para que construyan desde el inicio el pedestal que siempre añoran. Al final, esto nos afecta grandemente porque ese engaño convierte a la mayoría en silentes, cómodos y miedosos por demasiado tiempo. Destruido el pedestal con argumentos y vías democráticas los buscadores de pedestales sucumben.