Como un ejemplo de vida debemos tomar la existencia de Hernando Rojas, quien -en lugar del lujo y la posesión de bienes y riquezas materiales- prefirió el campo, donde es dueño de la naturaleza, del aire que respira, del agua que bebe, de los alimentos que él siembra, de las frutas y de toda la tierra ¡que le ha otorgado la libertad del alma y del cuerpo.
Se alejó de su natal Colombia para refugiarse en Ecuador, en tierras esmeraldeñas, viviendo desde hace casi 20 años en lo que él llama su tierra querida, su finca Compartir. Allí, ha creado el proyecto del buen vivir y de amor a la vida, básicamente bajo la premisa de “Fruta, comida, semilla, sembrar”. Se vive allí bajo la filosofía que es mejor vivir a la sombra de la naturaleza virgen, alimentándose de lo que la tierra produce al natural, sin abonos ni venenos.
Se vive lejos del mundanal ruido de ciudades, de bosques de cemento, donde se adora el dinero y los bienes materiales y donde la propiedad privada rige la vida de los hombres, en lugar de compartir la madre tierra, sin darse cuenta que la vida es pasajera, donde el egoísmo predomina, en lugar de compartir todo lo bueno: la risa, los alimentos, la felicidad, la naturaleza y la libertad. La humanidad vive para trabajar la mayor parte de su existencia, amasando fortunas que no puede llevar al viaje sin retorno, en lugar de trabajar para vivir una vida tranquila, llena de felicidad, sin ningún problema ni estrés, ¡en la plenitud de la libertad de cuerpo y alma!