El 20 de abril del 2005 fue premonitorio para los hermanos Rafael y Fabricio Correa. Ese día, mientras la revuelta de los forajidos llegaba a su clímax con la aparatosa salida del presidente Lucio Gutiérrez del Palacio de Carondelet, Fabricio arribó a la casa de su hermano menor en Monteserrín, un barrio de clase media alta, en el nororiente de Quito.
Mientras seguían la evolución de la revuelta por la televisión, Rafael le contó a su hermano mayor que el vicepresidente Alfredo Palacio le consultaba sobre temas económicos y que le había prometido que si llegaba a Carondelet sería su ministro.Las circunstancias jugaron a su favor. Palacio llegó al poder y a las pocas horas lo llamó para que ocupara la Cartera de Economía y Finanzas. Ese fin de semana, el sábado, los hermanos Correa y su familia asistieron al matrimonio de su hermana de padre, Viviana Correa, de 30 años, en Quito. Ella había sido adoptada por su padre, Rafael Correa Icaza (fallecido), en su segundo matrimonio con Azucena Calvache, quien hoy vive en Italia.
Mientras el ex profesor de la Universidad San Francisco posicionaba su carismática ima-gen en los medios, Fabricio lo visitaba en su despacho periódicamente.Pablo Dávalos -entonces viceministro de Correa- recuerda que conoció a Fabricio en esa Secretaría de Estado. “Supe que pretendía firmar un contrato de renovación de los paquetes informáticos del Ministerio, de varios millones de dólares, a lo cual yo me opuse”, sostiene Dávalos. El subsecretario Administrativo de esa época, Guido Rivadeneira, también se negó a firmar el contrato, según supo este Diario, lo que fue negado por Fabricio.
En esa época, el mayor de los Correa atravesaba una difícil situación económica. “Yo estaba chiro, le entregué la plata al Banco Internacional, tenían problemas de liquidez, se llevaron mis activos, no le quedé debiendo nada a nadie”, recuerda Fabricio, durante una de las entrevistas que este Diario mantuvo con él.El paso de Correa por Economía fue visto por algunos de sus conocidos como la posibilidad de conseguir un empleo. “Como mi hermano era de Guayaquil, todo el mundo me iba a ver a la oficina -recuerda Fabricio- me dejaban carpetas que yo hacía llegar a Rafael”. Esas insinuaciones molestaban al entonces Ministro, quien le reclamaba a su hermano por los comentarios de que quería repartir cargos en el Ministerio.
El salto a Carondelet
106 días de vértigo en Economía fueron suficientes para que Rafael Correa pulsara sus opciones. Siguiendo su olfato, renunció a esa Cartera, luego de discrepancias con el presidente Palacio, quien le llamó la atención por concretar acuerdos internacionales sin su conocimiento. “Temo que el verdadero problema son las fuertes presiones que existen para impedir cualquier relación con un país hermano como Venezuela…”, señaló en su carta de renuncia Correa.A las pocas horas de su dimisión, Rafael viajó a Guayaquil en compañía de su hermano mayor. Allí se reunieron con algunos amigos en el Café del Cerro, en el barrio Las Peñas. Su propietario, Octavio Villacreses Peña, hoy concejal de Guayaquil por Alianza País, había preparado una carta de menú que en el anverso tenía escrito “Presidente”. A ratos la mostraba a todos los presentes que cantaban y tocaban guitarra. Al día siguiente, Rafael y Fabricio desayunaron en la casa del periodista Juan Carlos Toledo (quien luego fue secretario de Comunicación y hoy es cónsul en Miami), para buscar apoyo para su candidatura.
Entonces, Fabricio decidió dedicarse a tiempo completo a la campaña. Dejó sus actividades al frente de sus empresas Aplitec, Malasoma, Helptec’ que no estaban en un buen momento, y se encargó de manejar las cuentas, conseguir donantes y obtener los recursos económicos. “Siempre fue así, mientras Rafael soñaba yo buscaba los recursos para salir adelante”. Recolectó -según su testimonio- 3 millones de dólares, aunque no existe ninguna constancia documental de esas donaciones en el ex Tribunal Electoral. El tesorero oficial de la cuenta de País, Camilo Samán, no lo reportó.
Al organismo solo se reportaron USD 2 590 417. En las cuentas la Unidad de Gasto también se detectaron donaciones no reportadas, exceso en el gasto electoral y ocultamiento del origen de los aportes que se manejaron en efectivo. Algunos donantes tenían glosas, juicios penales y litigios con el Estado. 18 no reportaron Impuesto a la Renta. No obstante, el TSE cerró el caso y se limitó a imponer una multa de USD 44 652 al Movimiento Patria Altiva y Soberana (País).
Pese a que políticamente Fabricio no estuvo enchufado con las propuestas ideológicas de País, su hermano menor lo invitó a Quito a las reuniones con los grupos que se iban sumando. Participó en el encuentro en el Chalet Suisse, cuando se formó País. Allí estuvieron, entre otros, Manuela Gallegos (ADN), Gustavo Larrea, de Iniciativa Ciudadana, María Paula Romo, de Ruptura de los 25, Alberto Acosta, del Movimiento Verde…
Fabricio tuvo muy poca empatía con los “izquierdosos”. ¿Por qué? “Porque si les das para que administren un carro de hot dogs lo quiebran, todos se subieron a la camioneta por intereses particulares, comenzando por Patiño, que cobraba sueldo”.
Para Alberto Acosta, en cambio, estaba claro que Fabricio buscaba beneficios concretos. “Este hombre solo piensa en su bolsillo y en nada más”.
Gustavo Larrea, quien luego se convertiría en ministro de Gobierno, mantiene un tenue recuerdo de Fabricio Correa al inicio de la campaña. “Más bien Pierina, la otra hermana de Rafael, sí estuvo trabajando en el contacto con los migrantes. Ese fue un bastión importante”.
Jorge Falconí, amigo cercano del mayor de los Correa, también participó. “Analizamos todo el panorama, teníamos un excelente candidato, pero nos faltaba la estructura de un partido, por eso fortalecimos el aparato publicitario y de estrategas”.
Él, precisamente, fue uno de los que sugirió que se contactara al estratega político Ralph Murphine y al encuestador Santiago Pérez, para que monitoreara la evolución de la popularidad del candidato, por su experiencia y trabajo en otras campañas.
También fue contratado el publicista Vinicio Alvarado, quien se convirtió en el director de campaña, encargado con su agencia Creacional de afinar la batería publicitaria.
imagen más moderada. Fue contundente y tuvo una gran acogida, según Pérez. Eso lo catapultó a la Presidencia en las elecciones del 26 de noviembre, cuando obtuvo el 56,67 % de los votos.
A las pocas semanas de posesionarse, empezó a tomar forma el proyecto de la Asamblea Constituyente, propuesta emblemática de Correa. Allí nuevamente apareció Fabricio.
Cuando el proyecto de la Asamblea se había bloqueado en el Parlamento, el Gobierno cabildeó el apoyo del Tribunal Supremo Electoral. El 7 de marzo el organismo destituyó a 57 diputados, que fueron sustituidos por sus alternos, los llamados ‘diputados de los manteles’. Uno de quienes intervinieron para apoyar a esos legisladores fue el mayor de los Correa. Organizó una reunión en la cual les presentó al contador de País, Víctor Barahona, que tenía fondos “sobrantes” de la campaña, para cubrir su estadía en Quito hasta que se principalizaran.
En los primeros meses del Régimen, la presencia de Fabricio Correa en entidades del sector público no era extraña. En Petroecuador se lo vio varias veces, cuando estaba tramitándose en la Cámara de Arbitraje Ecuatoriano Americana un proceso de su empresa Aplitec -que en esos días era una contratista incumplida- contra Petroecuador.
Ese caso, que finalmente ganó Correa, fue publicado por EL COMERCIO en marzo del 2007. Esos días, el Presidente insistió en que su hermano no podía tener contratos con el Estado. Incluso, el Mandatario advirtió a sus ministros en varias reuniones que no abrieran las puertas a su hermano para ningún contrato. Pero las alertas no fueron suficientes. Desde fines del 2008, Fabricio empezó a obtener contratos por más de USD 80 millones con el Régimen. Utilizó un entramado de empresas, en Ecuador y Panamá, que escondían su nombre. Burló así la prohibición que rige para los familiares del Presidente.