La exposición titulada ‘Roma Memory, 70 years later, genocide survivors tell their stories’ protagoniza el Rivesaltes Camp Memorial (Francia) el 20 de noviembre de 2019. Foto: AFP
Con la voz temblorosa, Leana, de 95 años, se siente abrumada por la emoción al hablar, por primera vez, de su deportación. Los testimonios excepcionales de supervivientes del exterminio de gitanos del este de Europa bajo el nazismo resuenan en una exposición en Francia.
Durante un encuentro en Cazabesti, en Rumania, la anciana de largas trenzas blancas “me dijo, tomándome de la mano: ‘ven, te voy a contar mi historia antes de morir’”, recuerda el padre Patrick Desbois, quien puso en pie esta exposición en el memorial del campo francés de Rivesaltes, en donde fueron internados republicanos españoles, judíos y gitanos durante la Segunda Guerra Mundial.
El sacerdote francés, fundador de la asociación Yahad-In Unum (juntos, en hebreo y latín), documenta desde hace varios años el genocidio de judíos y gitanos o la persecución de yezidíes por el grupo yihadista Estado Islámico (EI) en Irak.
No hay cifras exactas sobre los gitanos asesinados por el régimen nazi y sus aliados, pero según historiadores murieron entre 220 000 y 500 000.
“Los alemanes odiaban a los judíos, pero despreciaban a los gitanos, por lo que ni siquiera contaban a los que mataban”, dice el padre Desbois.
Además, “hay muchas más fotos de judíos ejecutados, con fines propagandísticos, como ‘souvenirs’ enviados por los soldados a sus esposas, porque era menos ‘heroico’ matar a gitanos”, añade.
Horror, violencia, lágrimas. Los desgarradores testimonios de las víctimas del nazismo resuenan en Francia. Foto: AFP
300 supervivientes entrevistados
En testimonios a veces difíciles de formular, Gheorghe, Alexandra, Istrate o Leana hablan del horror, miedo, humillación, tortura, violación y muerte.
Sus historias, filmadas en sus casas en Moldavia, Rumania o Bielorrusia, se mezclan con los recuerdos de los miles de judíos, gitanos, republicanos españoles y harkis internados en el campo durante el siglo XX.
“Entrevistamos a más de 300 supervivientes y realizamos un amplio trabajo de documentación, consultando archivos, con un equipo de videógrafos, fotógrafos, investigadores, traductores y guionistas”, explica Costel Nastasié, coordinador del proyecto en Yahad-In Unum.
Los abuelos de este expolicía fueron deportados de Rumania a Transnistria, pero no por los alemanes: “El general Antonescu (que dirigía Rumania), aliado de los nazis, prefirió” hacer el trabajo él mismo”, señala el padre Desbois. Este genocidio está mal documentado”. A menudo a la gente no le gustan los gitanos, así que el genocidio de un pueblo que no es apreciado no interesa mucho, dice el sacerdote. Incluso la transmisión dentro de la propia comunidad es complicada.
“Hace unos diez años, cuando descubrí lo que le había pasado a mi familia, mi madre me dijo: ‘no nos gusta hablar del pasado: ¡Es de mala suerte!’”, cuenta Nastasié.
‘Ningún valor’
“En nuestro país, es muy difícil llevar registros, cuando mueres, lo queman todo. Todo se transmite oralmente”, dice Jojo Soler, capellán de la comunidad gitana de Perpiñán, a unos diez kilómetros de Rivesaltes.
Soler dice sentirse “conmovido” al ver una exposición sobre el sufrimiento de los gitanos en este lugar histórico.
“Entre enero de 1941 y noviembre de 1942, 1.334 mujeres, hombres y niños gitanos, principalmente del este de Francia, fueron internados en el campo de Rivesaltes en condiciones espantosas” por el régimen colaboracionista francés de Vichy, señala la directora del monumento, Agnès Sajaloli. “A veces había hasta 10 muertes al día”.
Casi 80 años después, “seguimos sintiendo que no tenemos ningún valor”, estima el pastor Laurent Gimenez.
La exposición también recuerda declaraciones degradantes sobre los gitanos hechas por políticos europeos. “Queremos demostrar que el rechazo de una población, gitanos o no, es grave, porque un día, terminamos pasando al acto”.