VIII Semillero de futuros científicos e ingenieros. Este curso vacacional fue organizado por la Espol. Foto: EL COMERCIO
“Esto no es magia”, dijeron Danielle Izquierdo y Javier Ubilla desde el escenario. “Es ciencia”, gritaron con euforia un montón de pequeños desde las butacas del auditorio de la Facultad de Ingeniería en Electricidad y Computación (Fiec), de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), en Guayaquil.
Fue poco después de presentar un sketch sobre la vida de la científica Marie Curie, quien descubrió el elemento químico radio, en 1898. Entre tubos de ensayo y frascos de Erlenmeyer realizaron varias mezclas hasta dar con un líquido verde fosforescente, que destelló aún más cuando las luces de la sala se apagaron.
Este fue uno de los experimentos que 55 niños, de entre 5 y 15 años, realizaron durante el VIII Semillero de futuros científicos e ingenieros. En este curso vacacional, organizado por la Espol, los chicos se acercan a las Matemáticas, Ingeniería, Biología y Química, de manera lúdica y divertida. En talleres diarios, dirigidos por docentes y estudiantes de la Espol, descubren que todas las cosas, incluso las más sencillas y cotidianas, tiene una explicación. Y las ciencias tienen la respuesta.
La mañana de este sábado 18 de abril fue la clausura. En una especie de mini-graduación, los pequeños recibieron sus diplomas de reconocimiento, directamente de las autoridades de la Politécnica.
Los más pequeños fueron agrupados en un salón bajo el nombre del inventor Nikolo Tesla. Ante padres y maestros, el tutor Geovanny Alvarado mostró con sus alumnos algunos de los divertidos experimentos que realizaron durante el vacacional, como el uso del láser.
“Una de las cosas que debemos aprovechar en los niños es esa habilidad que tienen para preguntar. Y no hay que contestarles con mentiras; hay que contestarles con ciencia, con la verdad”, dijo Alvarado a los padres. “¡Sí!”, respondieron los mini-científicos.
El salón Da Vinci, en cambio, demostró cómo crear el puente autoportante que el inventor italiano diseñó entre 1485-1487. Con la guía de la profesora Margarita Martínez, los chicos armaron el puente con cañas. Y luego pasaron sobre él.
Vanessa Salazar, directora de ¡Ajá! Parque de la Ciencia y encargada de la preparación de los semilleros, explica que estos cursos comenzaron en 2006. Pero en este año se duplicó el número de asistentes, quienes desde ahora ya piensan en ser biólogos, científicos o ingenieros. “El objetivo principal de este semillero es cultivar la curiosidad y el potencial investigativo de los niños y niñas. Esta es una alternativa única en el país”.
Y en los próximos años habrá más cambios. La vicerrectora académica de la Espol, Cecilia Paredes, adelantó que para el 2016 se espera tener lista la primera fase de un nuevo museo interactivo de las ciencias.
El rector Sergio Flores dio más detalles. El proyecto consistirá en ampliar el actual parque ¡Ajá!, que funciona desde el 2000. Y, a futuro, la Espol se proyecta a crear un museo interactivo de ciencias mucho más grande, con apertura para toda la ciudadanía de Guayaquil y del Litoral, y similar a diseños del exterior como el Museo de las Ciencias de Boston, en Estados Unidos.
Antes de la ceremonia de clausura del VIII semillero, Alexander Herrera (10 años) y Christopher Acosta (12) participaron en una feria científica. Aunque para muchos estudiantes materias como Matemática pueden resultar difíciles, ellos dejaron a un lado el temor para aprender de forma entretenida. Con paciencia, y con la ayuda del tutor Isaac Mancero, armaron varios triángulos hasta crear una enorme pirámide de papel; así se acercaron a los principios básicos de Geometría fractal.
En cambio Henry Andrade (11) se entretuvo más con los ensayos de biología. En un mortero trituró varias hojas de eucalipto con un poco de alcohol. “Este extracto puede ayudar a las personas que padecen colesterol”, dijo el pequeño.
Mientras que Kimberly Guizado (14) descubrió su gusto por la ingeniería y la tecnología. Con dos botellas plásticas, dos baterías pequeñas, algunos cables de conducción, un pedazo de cartón y un poco de alambre diseñó una especie de avión con dos turbinas.
“La idea es que pueda volar”, dijo mientras conectaba los cables que hacían girar con fuerza las aspas, elaboradas con botellas.
“Todavía estoy en el colegio, pero me encantaría venir a esta universidad. Me gusta mucho la tecnología”.